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Conociendo a mi sumisa

Conociendo a mi sumisa

Al separarme y con los gustos que tenía, me resultaba difícil ligar en lugares convencionales, pero a veces tenía suerte. La mayoría de veces eran relaciones vainilla. Si me atrevía a mencionar mi deseo de practicar pegging todo se acababa. Algunas probaban por morbo pero no repetían.

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Tenía que frecuentar clubs de tendencias y uno de ellos era un lugar pequeño y acogedor, al que iba los viernes, sábados y domingos las tardes y noches que eran temáticas. Entre semana de 14 h a 20 h, el ambiente era variado: hombres y mujeres casados o no, en busca de sexo fugaz. Lo común de este sitio es que todo el mundo debía andar desnudo, a excepción de algún día que se debía vestir según la temática. Esa tarde decidí ir allí a ver que había. Ya era conocido en el club ya que era cliente habitual. La gente solía ir para intentar cumplir alguna fantasía sexual. Si encuentran una persona afín van a los cuartos, pero entro ellos no hay ninguna otra relación.

Tienen un jacuzzi para unas 8 o 10 personas y una sauna para otros tantos. También hay un salón para hablar y tomarse algo. Aquí hay mucho respeto, para tocar hay que pedirlo con un código de gestos. Tras ver las salas, me fui al jacuzzi y en frente había una mujer que me gustó de buen ver. Muy pronto me decidí a lanzarme. Le hice la señal para acercarme y ella asintió. Así que me pude sentar a su lado. Le pregunté que es lo que buscaba en un lugar como este, a lo que me respondió que tenía alguna experiencia de sumisa y tenía ganas de llegar más lejos. Tuve curiosidad por saber por qué me permitió acercarme a ella, a lo que respondió que ya lo había hecho con otros dos hombres, pero no les gustó su actitud. Así que me esforcé por caerle bien, sin prisas.

Conociendo a mi sumisa

Fuimos al bar a tomar algo y seguir charlando. De cuerpo estaba muy bien: era delgada, poco pecho, caderas un poco pronunciadas y piernas contoneadas. Pedí Wozka con naranja para ella y un bourbon para mí. Cuando me senté a la mesa me dijo que yo no estaba nada mal. Le pregunté que era lo que más le gustaba de lo que veía, a lo que me respondió que todo mi cuerpo, mi culo y mi polla. Me confortó su comentario. Entonces le propusimos que pronto podríamos hacer algo y ella sonrió, como si le agradara la idea. Me comentó que buscaba un padre. Ese comentario me sorprendió, pero ella me tranquilizó diciendo que cuando era pequeña perdió a su padre y tiene unos bonitos recuerdos de él. Le trataba de forma tan tierna, tan dulce, le daba seguridad… le encantaba. Incluso llegó a sentarse sobre sus piernas y el roce le empezó a descubrir sensaciones nuevas… de mujer. Ella, en esa época no tenía mucho pecho, pero los abrazos y el roce de los pechos también le producían esa sensación. Entonces no sabía qué era, pero con el tiempo lo ha ido descubriendo y siempre lo ha asociado a aquellos momentos. Incluso cuando la castigaba le gustaba. A veces se tenía que poner de rodillas, o le daba un azote en el culo. Todo su cuerpo se estremecía y en ocasiones hasta lo buscaba para volver a sentir.

Tras esa confesión yo estaba confundido y se lo dije. Era una situación nueva y no sabía si me sentiría cómodo con el rol de dueño-padre. Aun así estaba dispuesto a probar. Me contó que deseaba el sexo, sin violencia. Aceptaba los castigos de humillación, pero no aquellos en los que su cuerpo pudiera salir dañado. Seguimos hablando tranquilamente. No creí adecuado preguntarle por sus experiencias pasadas y creo que lo agradeció. Y acordamos empezar como una relación vainilla y así introducir poco a poco los gustos sexuales que me estaba comentando. Le gustó la idea. Ningún otro hombre se lo había propuesto así y aceptó.

Tuve curiosidad de saber si había llevado collar, cadena, ataduras, vendas… A lo que me respondió que sí. También le pregunté si le gustaba sentirse como una puta, como una perra, como un objeto… A lo que asintió. Viendo que respondía, seguí preguntando para hacerme una idea de ella más precisa. Me comentó que podría hacer cualquier cosa, pero siempre con una buena recompensa y con cariño. Podría sentarse en mis piernas y hacer muchas cosas, pero que le lo que más le gustaría era que le enseñara a comportarse como una buena sumisa. Sabía que en ocasiones, con su padre, había provocado el castigo para sentir todas esas sensaciones. Eso ya eran aptitudes de sumisa. Pero habría que pulirla.

Quise saber si era posesiva, celosa, acosadora… Esto último porque no lo iba a consentir y terminaría nuestra relación si se pusiera pesada. Me contestó que no, que no era ni posesiva, ni celosa, ni mucho menos acosadora. También le pregunté qué tipo de relación buscaba. Me respondió que le gustaría tener una relación estable, pero no ahora, aunque si surge mejor. En ese caso no sería una relación 24/7. Eso me tranquilizó. Esperaba que me preguntara lo mismo, pero no lo hizo y eso me gustó.

Conociendo a mi sumisa

Ya era hora de irnos, nos pasamos los teléfonos y quedamos vernos otro día. Al salir le invité a tomar algo a lo que aceptó, pero insistió en pagar ella. Entramos a un bar de la estación y hablamos de nuestros trabajos y otros temas no relacionados con el sexo. De camino a casa pensaba en ella y la dificultad que tendría al tener una experiencia así. Había tenido encuentros fugaces de dominación… aunque haya que crear la situación, pero esta experiencia iba a ser bien diferente y requería su tiempo… ¿Cuánto? No lo sé, pero me tranquilizaba saber que íbamos empezar como una relación vainilla. Supondría más tiempo ya que quedaríamos de vez en cuando y podría ir conociéndola mejor para plantearme las situaciones poco a poco.

A los pocos días la llamé para saber de ella y hablamos un poco. Quedamos para ir de fiesta al Barrio Latino donde ponían distintos tipos de música (reggaeton, salsa, bachatas, merengues…). Me confesó que esperaba que no la volviera a llamar y cuando lo hice, la sorprendió, para bien. Le dije que ella también podría haber llamado, a lo que respondió que no lo quería para que no pensara que me acosaba. Y echamos unas risas. Pero de haber pasado algún día más habría llamado.

Donde vivo la gente es más sería con lo de conducir bebidos y para salir de fiesta lo hacen en metro o en taxi. Así que cogí el metro, quedamos en la estación y después cogeríamos un taxi, pero al final fuimos andando porque no estaba muy lejos. Era primavera en París y hacía un poco de fresco. Ella llevaba un vestido de color rosado, con un tirante fino del mismo color de su piel y un fino maquillaje sólo de ojos y labios rojos. Además, su pelo moreno le caía por la espalda dejando ver en ella una preciosa figura que realzaban sus zapatos de tacón no muy altos. Algunos ojos llenos de deseo le seguían desde las sombras. El vestido se ajustaba a su cuerpo, mostrando descaradamente todos sus encantos. Al llegar había una gran cola para entrar, pero como llevábamos invitación el segurata quitó la cadena y nos dejó entrar. Fuimos a nuestra mesa y un amigo se acercó a saludarnos. Como era del bar, nos invitó a las primeras copas.

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