Había cumplido 21 añitos cuando, cómo no, volví a conocer a otro chico por el chat. Era de una ciudad cercana y tenía coche. Quedamos con mis amigos para dar una vuelta el sábado por la noche, por lo que vino con otro amigo.
Él era de comprensión gruesa, alto, fornido, un poco basto, pero me causó una fuerte atracción. Cuando hablaba tenía un magnetismo singular. En cambio su amigo era delgado, bajito, sencillo, pero también encantador. Fuimos con mis amigas a la zona de las discotecas. Estuvimos de risas y yo, poco a poco, me fui acercando a mi cita. Pensé que me lo había ligado porque en nuestras conversaciones por Messenger habíamos estado hablando con mucha conexión y enseguida habíamos dicho de quedar. Surgió el plan con los amigos porque quería venir acompañado y, claro, así su amigo tenía con quién entretenerse si nosotros nos perdíamos, pero no salió así. Al estar rodeados por amigos nos cortó y cuando yo me intentaba acercar disimuladamente, él me esquivaba. Finalmente me lo llevé a un parque que había fuera del pub y allí lo hablamos todo. Me dijo que no quería aprovecharse de mí. Había estado, no hace mucho, con una chica y no quería iniciar otra relación. Entonces volví a lamentarme por la mala suerte que últimamente tenía con los chicos. Aun así no me rendí y seguí intentando camelármelo. Le dije que tranquilo que no le voy a besar, que me iba a besar él. Y empece a acariciarle con mis manos en su cuello y le rocé con los labios por la cara, sin llegar a darle un beso ni en la mejilla. Estuvimos así unos minutos hasta que me agarró y me apretó contra él. obligándome a enrollarme efusivamente. Desbordamos pasión en cada beso y nuestras lenguas se entrelazaron en un intento de alcanzar el clímax sin meternos mano. Fue el mejor morreo de mi vida. Y desde entonces me gustó aun más. Me respetó en cada momento y, a pesar de contenerse y tener que responder a mi provocación, fue un dulce amante. Pero me aseguró que de rollo no pasaría. Volvimos con el grupo, ya abrazados, y no nos separamos ni un momento.
Estuvimos así unos meses y cuando llegó el buen tiempo nos invitó a su chalet con piscina. Éramos tres chicas y ellos dos, y nos lo pasamos de lujo. Intentamos liar a una amiga con su amigo, que también estaba soltera. Cerramos los ojos de mi amiga y empujamos al chaval contra ella. Hubo sorpresa, risas y finalmente fueron detrás de nosotros a ahogarnos, pero no se liaron. Nosotros nos metimos en la caseta donde se guardaban los instrumentos de limpieza de la piscina, donde nos besamos efusivamente, todo esto con una amiga en la puerta escoltándonos. Me metió mano entre las piernas y mi amiga bromeó y le dijo que ya no tenía telarañas que quitarme. Lo pasamos muy bien.
Otro día, en la piscina, volvimos a intentar liar a su amigo con una de nosotras. En esta ocasión no estaba el chico con el que estaba de rollo, y viendo que mi otra amiga tampoco estaba lanzada, fui yo misma la que le di el beso. Se sorprendió mucho y se quedó parado, pero yo insistí y acabamos liándonos, primero fuera y después dentro del agua, porque una amiga nos metió la cabeza. Y el beso se volvió increíble. Noté como su boca se movía lentamente, envuelta en el hechizo de la nueva gravedad. Fue una sensación nueva, completamente diferente. Y al salir ya estaba el otro chico, pero lejos de enojarse siguió de broma y parecía más contento de lo normal. Luego me dijo que le parecía genial que estuviera con su amigo, porque él tenía facilidad para ligar, pero su amigo no. Desde entonces dejé el rollo con éste para empezar uno nuevo con el que sí podría llegar mas lejos. Aunque era muy tímido y tenía que ser yo la que indicara que hacer.
Al final me cansé. Éramos prácticamente como amigos. Lo único que hacíamos, y a escondidas, era besarnos y meternos mano. Los besos me daban repelús y lo de meternos mano, al principio me encantaba porque era algo totalmente nuevo para él y lo hacía con una curiosidad que me embriagaba, pero después de que descubrió mi cuerpo no lo hacía con tanto deseo, y perdí todo el gusto. Y bueno, la relación con él y con su amigo, una vez lo dejé, se estropeó. Ya no era la chica que podía salir ni con uno ni con otro y mis amigas no le llamaban la atención, sólo me acompañaban. Así que dejamos de vernos.
Había estado tiempo sin pasar de los besos y ya me apetecía. La situaciones no se podían acelerar, sólo pasaban como pasaban, a no ser que… Vuelta al puterío.