Saltar al contenido
Login | Registro | Ayuda |

El amor de una sumisa

El amor de una sumisa

Fue una de las relaciones que más me duró y me marcó al descubrir al mundo de la sumisión. El amor de una sumisa, a excepción de cuando ejerce de ama, no es diferente al de una relación vainilla, en la que en ocasiones también hay algo de sumisión.

El mejor porno online

Nos veíamos 4 días a la semana. Yo tenía otras relaciones que continué porque a ella no le importaba, a pesar de ser yo su único amo y señor. Todos los días se levantaba antes que yo, preparaba el desayuno y se quedaba mirando desde el marco de la puerta o sentada hasta que me despertará, su ritual era siempre el mismo una vez que me despertaba, besar mis pies, entre risas y bromas pasaron los minutos, y entre caricias, besitos, comencé a sentir un deseo inexplicable de sentirla mía.

Sin dudarlo seguí mis deseos, aunque no hacía falta porque siempre sé lo que quiero y ella estaba dispuesta a complacerme. Le acaricié el rostro con las manos y noté como mi piel la deseaba. Al contemplarla noté su mirada viva, su boca rozó la mía y un húmedo beso me inundó los labios con desesperación y locura. Rocé mis caricias por la piel de su espalda, hasta llegar a su cintura. Metí mis manos en su camisa. El frío de mis manos hizo estremecer su piel y escuché un leve gemido de placer. Acaricié su espalda durante un rato sin dejar que mis labios se despegaran de los suyos. Le quité la camisa dejando sus pechos palpitantes, dispuestos a saciar mi deseo.

Levanté mis manos para tomar uno de sus pechos. Noté como le faltaba el aliento. Le daba miedo y le excitaba a la vez. Bajé mi boca hasta su cuello para besarlo. Me miró expectante mientras entre jadeos le susurre: «Entrégate… Te deseo.» Deslicé los dedos por el contorno de su pecho, incliné la cabeza sobre él, la miré nuevamente a los ojos y la apreté contra mí con desesperación. Se estaba volviendo loca de pasión, con cada pequeño mordisco se le iba la vida y mis ojos estaban hipnotizados en los suyos, disfrutando de su excitación.

El amor de una sumisa

Bajé por su cuerpo, besándolo y lamiéndolo. Dejé un rastro brillante con esa humedad que desprendía mi ardiente boca hasta que volvió a estremecer, al sentir que rocé el contorno de uno de sus pezones con mi lengua. Gimió de placer. Lo apreté con mis manos, con la respiración cada vez más entrecortada. Seguí jugando en sus pezones, dándoles pequeños mordiscos, absorbiéndolos entre mis dientes hasta sentir sus gemidos de placer y dolor. Los humedecí con mi lengua, mientras sus manos me peinaban y me agarraban el pelo con fuerza al sentir mi boca en sus pezones. Notaba como con cada una de mis caricias el deseo y el placer hacían estremecer cada vez más su cuerpo. Sus jadeos me excitaban cada vez más. Recorría su cuerpo con mis manos apretándola más al mío. Ella, intentando aguantar sus jadeos, sintió mi excitación contra su muslo, como la dureza tensaba la tela de mi pantalón…

Sus manos se estiraron hasta llegar al cordón que sujetaba mi pantalón. Metió la mano por debajo de él y agarró mi empalmado miembro. Escuchó mis gemidos cuando por fin lo liberó y la carne endurecida se disparó para dejar atrás los pliegues de la tupida y ardiente tela. Con un sonoro gemido la hice apoyar sus manos sobre la cama. Coloqué mis manos sobre su cabeza, sujetándola del pelo. Le di un profundo beso, explorándola con la lengua mientras mi mano libre acariciaba la piel de su vientre y bajaba hasta que lleguó a su entrepierna, donde la acaricie con locura. Estaba lista para ser embestida, sin embargo seguí calentándola con mi dedo juguetón, rozándolo en sus labios vaginales y hundiéndolo.

Mis dedos seguían en su entrepierna, mientras contenía sus desesperados gritos de placer entre mis labios, susurrando su amor incondicional y sin poder ocultar la excitación que la enloquecía. Me arrodillé frente a ella para respirar el aroma de su cuerpo, casi sabía lo que pensaba hacer. Mi boca se hundió en su vientre, bajando poco a poco y dando rodeos, hasta sentir la humedad de mi lengua en la abertura de sexo. Ella gritaba que no podía más, pero yo no la escuchaba, sólo podía darle placer. Al mismo tiempo daba un masaje a sus pechos. Estaba completamente loca, ya no podía más, se tenía al borde del abismo… Le sujete la espalda con uno de mis brazos, comencé a darle besos nuevamente. Mi pasión lleno su boca hasta que sintió la presión rígida de mi sexo, la dureza que se apretaba contra la cavidad vulnerable de su cuerpo.

Bruscamente la giré, la volví a poner apoyada sobre la cama y con su cuerpo ligeramente inclinado hacia mí. Entonces lo sentí… Noté como su carne se resistió ante una punzada de dolor y placer provocado por mi cuerpo húmedo al mismo tiempo. La punta de mi miembro la penetró lentamente. Su cuerpo se contrajo fuerte y ardientemente al sentir mi miembro en su culo. El deseo que sentí por poseerla pareció multiplicarse… mis jadeos y gemidos llenaron sus oídos y nuestros cuerpos comenzaron a frotarse con aquel juego repetitivo de balanceos y excitaciones.

El amor de una sumisa

Empecé a envestirla con más y más fuerza. Primero lo hice lentamente y luego cada vez más rápido. Mis besos llenaban su boca, le había girado la cara hacía mí y ella gemía enloquecida, la tiraba del pelo como a ella le gusta, aquello era lo más parecido al placer más exquisito que alguna vez había vivido. Pase la lengua por su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja, lo mordisqueaba suavemente.

No paraba de moverme, empujaba con fuerza y hacía que me sintiera todo dentro de ella. No dejaba de recorrer con mi lengua cada centímetro de su piel, rozando cada trozo de su cuerpo. Sujetaba con fuerza sus nalgas para empujarla hacia mí, sin dejar de penetrarla. La fuerza con la que entraba y salía de ella hacía salir de su agitado aliento gemidos de placer, Y no podía parar, me enloquecía el movimiento de su cadera y el calor de su cuerpo. Su piel sudada por nuestra pasión y los latidos de su corazón palpitando con fuerza, sobre todo su cuerpo. No podía más, sentía que llegaba a lo máximo, sentía como por mi sexo se derramaba su néctar, y más me gusto me daba. Entonces exploté con fuerza dentro de ella, inundando su interior con toda mi pasión desatada por su fuego.

Hoy tenemos una relación estable desde hace dos años. He abandonado el mundo liberal y las relaciones de sumisión, hasta hemos descartado meter una tercera persona en nuestra vida. Esta mujer, con un ligero toque de sumisión, me da todo lo que necesito, ya que es la mejor cómplice de mis gustos en la cama… y porque no decirlo; me folla de maravilla.

Pack de fotos de Leyre | Sensaciones y gustos | Conociendo a mi sumisa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *