Últimamente había tenido experiencias con chicos que no eran especialmente guapos precisamente, pero había disfrutado como si lo fueran. Es por ello que repetí y tuve nuevos amantes, y con todos tuve encuentros esporádicos.
No fue el caso precisamente del chico retrasado con el que seguía manteniendo relaciones esporádicas, que sabía hacer bien poco en privado. Más bien me refiero al otro, el enano, que a pesar de su estatura se lo montaba de vicio. Quedé con él todos los sábados. Después de salir de fiesta con mis amigas, sobre las cuatro, en lugar de irme a mi casa, me iba a la suya, lo hacíamos y después, antes de que se hiciera de día, volvía a mi casa como si regresara de fiesta. Nadie se enteró de nuestros encuentros nocturnos. Y fue increíble.
A partir del segundo día pudimos hacerlo ya que nos preparamos preservativos. Se sabía mover muy bien y me hacía gozar. Su boca, mientras me penetraba, no alcanzaba mi boca, ni siquiera mi cuello, sólo llegaba a mi pecho, pero se esmeró en lamerme los pezones y hacerme sentir mucho placer. Mis manos no podían dejar de acariciar su culito prieto, que lo apretaba contra mí para intensificar la fuerza con la que me follaba. Su voz, al gemir, me ponía tan cachonda que sólo podía acompañarla con la mía, en sonoros suspiros por cada vez que me hacía estremecer. Y así podría contar muchas anécdotas. Me lo hacía con condón por delante y después se iba al aseo a limpiarse y me dejaba en compañía de su perro. Jeje, porque para hacerlo lo dejaba fuera de la habitación y cerraba la puerta, pero al salir la abría permitiéndole el paso y entonces su mascota venía a mí a lamerme los muslos estando completamente desnuda. Fue un poco cómico. Pero me lo pasé muy bien. Todo fue un auténtico gozo que no podía dejar de repetir cada fin de semana.
Sin embargo, no me sentía del todo bien conmigo misma. El chico que me hacía disfrutar era el mismo que tenía novia. Una inocente muchacha que estaba enamorada de su novio en miniatura. Cada vez lo conocía más y conocía más su mundo. Los inolvidables polvos no me hacían olvidar la culpabilidad de estar poniendo cuernos. Nunca me había importado, porque en otras ocasiones eran mujeres adultas, acomodadas en la vida que tenían desde hacía años. Pero en esta ocasión apenas era una joven buscando su hueco en el mundo. Al final no pude seguir y dejamos de vernos.
Estuvimos un tiempo sin hablar. Cuando lo hicimos, simplemente me preguntó como estaba y no me insistió para nada en volver a quedar. Lo vi muy extraño. Normalmente los tíos cuando quedan contigo para montárselo, al acabar el rollo insisten en volver a quedar. Este chico era totalmente educado y siempre le parecía bien todo lo que le decía. Tal vez por eso me conquistó. Pero no podía volver a caer en la tentación, ya que me hacía sentir especial cuando tenía novia.
Al mismo tiempo, con el otro chico, el retrasado, también tenía poco contacto, pero cuando lo teníamos hablaba como si fuera su novia. Yo me hacía cruces. ¿Cómo íbamos a seguir siendo novios cuando llevábamos tres meses sin hablar, y después de un único día de encuentro? Le dije que prefería que fuéramos amigos, pero, para no desilusionarlo, le comenté que eso no quitaba que nos volviéramos a ver y pudiera pasar algo. Que para mí al estar tanto tiempo separados no era suficiente para mantener una relación. Así que lo dejé, digamos, pero seguí tonteando con él, jugando con la cam y demás. La verdad es que quería mandarlo a paseo y reculé porque me contó algo que me hizo ilusionarme… Tenía un apartamento en Benidorm y quería invitarme. Yo sólo estuve en Benidorm una vez de vacaciones, hacía ya años, y me encantó. Pero ahora estaba sin trabajo, ya tiempo, y no podía permitírmelo. Por eso, si me invitaba, podría ir y volver a disfrutar de unas buenas vacaciones. Así que me lancé a a por nuevos encuentros esporádicos. Prostituyéndome en Benidorm.