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Mi primer novio

Mi primer novio

Tras haber quedado una vez con este chico, supe que era especial y no dudé en quedar más veces. Nos compenetramos a la perfección y, como estaba deseando experimentar cosas nuevas, tenía claro que quería que fuera mi primer novio, con el que saciaría mis curiosidades.

Cuando quedé por segunda vez con el chico que había elegido para lanzarme, todo fue de maravilla. Primero fuimos a un parque, donde estuvimos hablando muy cariñosamente y empezamos a acercarnos mucho, hasta el punto de que nuestros labios se rozaron, estallando miles de sensaciones. Antes de que nos calentásemos, como había gente paseando por el parque y tenía miedo a que me reconocieran, decidí proponerle ir a un lugar discreto para seguir. Accedió encantado y fuimos a un descampado donde no suele pasar nadie. Una vez allí nos dimos el ansiado beso sin tapujos. Lo besé y lo besé, acariciándole la cara con delicadeza hasta hundir los dedos en su pelo. Me sentí plenamente feliz de poder tener algo así. Un chico que me gustaba, de mi edad, en una situación que era como deseaba.

Los besos derivaron en caricias, las caricias en rozamientos y los rozamientos en manoseos. De un momento a otro comenzamos a jadear y a meternos mano bruscamente. Me sentí en cierta medida incómoda porque se empezaba a comportar como todos los chicos con los que había quedado, y deseaba que éste fuera especial. Le dije que no me parecía bien que en la primera cita me sobara. Él lo comprendió perfectamente y paró. Pero no se enojó. Lo que hizo fue asegurarme que aunque no me pueda meter mano, yo a él si podía. Seguidamente se sacó la polla del pantalón. Yo como estaba totalmente excitaba y estaba respetándome, alargué la mano para notarla en mi mano. La excitación que sentía se desbordó y empecé a pajearlo. Mientras tanto seguíamos besándonos como locos, llenos de excitación. Lo masturbé cada vez más fuerte hasta que acabó corriéndose, sobre mi pierna. El semen se derramó por mi piel desnuda, haciéndome sentir un morbo mayor al notar el líquido caliente. Me moría de gusto y deseé seguir, pero una vez se había corrido dejó de besarme y poco a poco acabó el calentón. Finalmente nos limpiamos y salimos como si no hubiera pasado nada.

Desde entonces todos los fines de semana quedábamos. Nos íbamos a un colegio que había cerrado. Saltábamos la vaya y nos colocábamos al otro lado de los edificios, donde no nos podía ver nadie. Allí nos liábamos y, esta vez sí, me dejaba meter mano y hacer casi de todo. Digo casi de todo porque le costó bastante quitarme los pantalones y el sexo oral lo quise retrasar para que no pensara lo que no era, ya que lo quería como novio y no como rollo. El chico además de besarme una pasión indescriptible, me sobaba excitantemente y me chupaba. Incluso me llegó a practicar sexo oral, lo que me dejó en la gloria. Lo hacia todo con delicadeza y dulzura… era mi príncipe azul soñado. Lo gocé de manera exagerada. Y hasta puedo decir que me enamoré de él. Era todo cuanto deseaba.

Mi primernovioEstuvimos varios meses de rollo. No hablábamos de lo que éramos ni de lo que dejábamos de ser. Hasta que un día le dije que me gustaría tener novio, a lo que me contestó pidiéndome. Le presenté a mi familia y cuando venía a visitarme se quedaba a cenar en mi casa. Por debajo de las faldas de la mesa camilla, y de la manta del sofá, me metía mano. Se tiraba todo el día calentándome y debíamos ir al colegio para satisfacer nuestras necesidades. No es que fuera muy ardiente, lo que ocurría era que veía mi gozo y mi felicidad cuando hacíamos algo, pero nunca me propuso nada indecente, cosa que deseaba.

Un día nos quedamos solos en mi casa. Ese día me propuse llegar más lejos y así se lo hice saber. Nos fuimos a la cama de matrimonio de mis padres para calentarnos como siempre, pero en esta ocasión conecté el DVD para poner una película porno. Había una jovencita con un viejo, pero yo con él tenía suficiente. Me desnudé completamente. Me abrí de piernas. Mi miraba lo acosaba. No lo dudó y después de ponerse el condón me penetró. Al principio me dolió mucho, pero era un caballero y paró más de diez veces hasta conseguir deslizarla. Sólo unas gotas de sangre confirmaron que me había roto el himen. Después todo fue puro placer. Lentamente me la metía y la sacaba, haciéndome elevarme a los siete cielos. Era una sensación indescriptible. Sentía que estaba en el mejor momento de mi vida. Me dejé llevar como una cometa movida por el aire. Pero no llegué al orgasmo y ese fue el único punto oscuro en toda la relación. Y eso me hizo sentir incompleta. Al igual que con el sexo oral, necesitaba llegar hasta el final.

Sabía que había sido culpa mía. Él había sido paciente en todo momento. Había prolongado el coito durante quince minutos y antes de correrse, me avisó. Yo decidí no comentarle nada, pero tal decisión marcó la relación. Ocultarle información me hacía sentir culpable. Me sentí sucia. Por primera vez estaba con un chico maravilloso y yo no estaba a la altura. Pero todo se fue formando una bola dentro de mí y acabé por no contarle mis pensamientos, ni mis emociones. Seguíamos estando juntos pero era evidente que había distancia entre ambos. Una distancia que cada vez era más grande, y por tanto, más difícil de superar. Además el sexo también se resintió. Seguíamos cenando los dos en mi casa, pero las escapadas al colegio desaparecieron. Y todo esto después de hacer el amor. Fue como un punto y final en la relación, pero seguíamos saliendo. Toda la calentura del comienzo se había enfriado, radicalmente. Lo que más rabia me daba era que no había experimentado todo lo que deseaba. En esos momentos era cuando más me subía por las paredes, porque no dejaba de pensar como sería llegar hasta el final en la penetración y en el sexo oral. Pero, ante la barrera que me había formado yo sola, no podía luchar.

Un día, al cabo de unos meses, me propuso ir a los aseos de un centro público. Lo cierto era que me moría de ganas, pero había perdido la confianza necesaria para declarar lo que sentía. Tras mucho insistir accedí. Se preparó periódicos para que pudiéramos tumbarnos en el suelo. Tal vez supusiera la salvación de la relación y quise poner todo de mi parte. En lugar de hacerlo, con todo mi esfuerzo, le dije que prefería chupársela. No era porque no quisiera follar, era porque para estar tumbada en el duro suelo, mejor estar agachada. Y realmente llegar hasta el final del sexo oral me llamaba más que tener un orgasmo. Y ahí que me lance. Me tiré media hora mamándosela pero no lograba que se corriera. En esta ocasión fue porque al tenerla bastante grande, me golpeaba la garganta, y me producía nauseas. Y claro, al no estar cómoda, no podía darle fuerte. Cuando se cansó intentó pajearse con la mano mientras yo ponía mi boca y mi lengua. Finalmente acabó, mitad en mi lengua, mitad en mi cara. Me dio mucho morbo. Notar el líquido caliente sobre mí me volvió loca. Me tragué parte del semen, con un poco de asco como de costumbre, pero caliente de pensar en lo que estaba haciendo.

Mi primer novio

Una vez nos lavamos y nos arreglamos, salimos a la calle. Y, no sé por qué, todo se me vino abajo. Deseaba decirle que me había encantado, que deseaba hacerlo todos los días. Quería decirle que me gustaría que acabase en todas las partes de mi cuerpo, sobretodo en mi boca. Quería que supiera que me había excitado hacerlo en un baño público. Pero no. Me calle. No podía confesar mis deseos ardientes porque consideré excesivos para que los tomara enserio. Me tacharía de puta o se intentaría aprovechar de mí. No sabía cual sería su reacción. La falta de confianza había contribuido a que en esos instantes posteriores a la mamada, me bloquease. Por lo que la relación murió definitivamente.

Aún seguimos dos meses más hasta que vimos que no había motivos para continuar. Me entristecí mucho cuando ocurrió. Sabía que había perdido la oportunidad de estar con un chico perfecto. Lo tenía en el corazón… precisamente por eso lo dejé marchar. No podía darle más y no quería que se estancara conmigo. La felicidad de ambos estaba en juego. Juntos seríamos dos extraños empeñados en seguir por el mismo camino. Y lloré, amargamente, durante días enteros. Incluso fue un punto negro en mi vida, donde empecé a comer más y con ansiedad. Aunque comprendí por qué había pasado, no podía superarlo. A partir de entonces debía ser más abierta y contar mis secretos sin miramientos. Ocultar cosas a la pareja pudre el corazón… Y ya estaba pagando suficiente castigo con aquella ruptura.

Meses después continué manteniendo relaciones sexuales, como por ejemplo con mamada al chico del chat.

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