La historia con mi amigo de 43 años continuó. De nuevo me sorprendió y me vi haciendo cosas que jamás pensé que me pudiera gustar. Mis fantasías se desataron. Fue mi primera vez en un club liberal.
Quedaba con el hombre de 43 años, con el que me podía desmelenar. Le conté mis experiencias hasta la fecha y le hablé de mis fantasías. Entonces me propuso ir de fiesta a un club liberal. Como siempre, al principio me resistí. Pensé que sólo sería una absurda idea, pero como todas las demás fantasías, fue cobrando fuerza en mi mente, hasta que lo deseé.
Una noche decidimos ir. La entrada era gratis para chicas, pero cobraban a los chicos. Al ir en pareja, le costó bastante menos, y pagó todo él. Al entrar un montón de chicos me desnudaron con la mirada. Me sentía deseada y eso me hizo excitarme mucho. Mi amigo me invitó a tomar varias copas, para alegrarme y no sentirme incómoda al pensar en lo que podría pasar. Me solté hablando, llegando a reírme. El hombre empezó a hablarme de sexo, de lo que podría hacer en esa noche, provocándome un morbo genial. Realmente deseaba hacer algo, pero mis dudas interiores eran como un muro que me cohibían.
Fuimos a una sala. Una vez allí empecé a enrollarme con mi pareja, al tiempo que nos metíamos mano. Entonces aparecieron chicos que se quedaron en la puerta, observándonos. Movida por la excitación, fui quitándole la ropa con sensualidad, dejando caer miradas perdidas, cargadas de lujuria. Estaba sumida en un estado de ensueño, atrapada por el deseo. Sonreí, haciendo entender que estaba cómoda con la situación y permitiendo que siguieran observando. Enseguida uno de ellos, se la sacó y empezó a pajearse. Otro siguió su ejemplo, y otro más. En total tres masturbándose y otro más que se mantenía a la expectativa.
La situación me envolvía. Estaba fascinada. Era un mundo fantástico, porque los participantes no hacían nada hasta ver una señal positiva. Ya me lo había dicho mi amigo, que en el momento en el que quisiera parar, sólo tenía que decirlo. No había riesgo en absoluto. Me dejé llevar y hundí mi rostro sobre su estómago, besándolo. Sentí su pene rozando mi pecho, endurecido completamente. Y agaché la cabeza, haciendo que la punta de su verga quedara sobre mi cara. Miré hacia los chicos de la puerta, y al ver que mi acción aceleraba el ritmo de las pajas, se me humedeció el coño. Comencé a comerle la polla como loca. Estuve así varios minutos, hasta que uno de los chicos, de treinta y pocos años, se acercó con la polla tiesa al alcance de mi mano. No se lanzó a hacer nada, simplemente se colocó a mi alcance para ver que pasaba. Yo alargué la mano y se la agarré, masturbándolo. Los otros dos que se estaban pajeando también se acercaron, y el que sólo observaba se empezó a pajear. Dos más se aproximaron quedando detrás de éste. La excitación era total… no podía más.
Estaba temblando. Tal vez en otras circunstancias no me habría atrevido a hacer nada, pero en ese momento sí me atreví. Me puse a comer dos pollas más. Una me la metí en la boca, la otra la agarré con la mano y la de mi amigo la dejé suelta. Pero, por alguna extraña razón, me corté. Dejé las pollas y me acerqué a mi amigo. Se lo comenté y fue él quien habló por mí. Dijo que no estaba preparada para llegar tan lejos, que era mi primera vez y que estaba descubriendo este mundo. Los chicos lo aceptaron sin más y se fueron a otra sala. El hombre se quedó conmigo un rato, pero al ver que estaba cohibida, decidió buscar fiesta con otra chica. Yo lo esperé en la puerta y cuando terminó nos fuimos. Tal vez podría haber llegado más lejos, y realmente lo deseaba. Pero no pude. Era mi fantasía y, debido a mi juventud, sabía que tenía tiempo para realizarla. Así que me tranquilicé un poco y esperé una oportunidad que surgiera con mayor naturalidad.
Además de quedar con este hombre, seguí quedando con chicos del chat y la siguiente experiencia que os voy a contar fue la que me ocurrió con humillada por un depravado.