En esta entrada os traigo una reflexión sobre mis pensamientos y deseos. Todo lo que pasaba por mi cabeza loca en aquellos momentos donde no podía controlar mis deseos. Y encima tuve la suerte de conocer a un chico especial…
Desde la experiencia la noche de fin de año, algo había cambiado en mí. Tenía muchas ganas de experimentar y cada vez sentía menos miedo al qué dirán y a lo que pudiera pasar. Me sumergí en el mundo de Internet, conociendo nuevos chicos por el chat y hablando con ellos en el Messenger hasta a deshoras. Algunos me pedían que me desnudara por la cam, cosa que no hacía, pero me veía atraída cuando un escote sensual hacía las delicias de los observadores. Me estaba haciendo más atrevida, pero aún así me costaba quedar y cuando lo hacía era para conocer, y como mucho liarme. Siempre cauta, a pesar de mis ganas desbordadas. A punto de cumplir los 18, debería haber resuelto mis curiosidades. Cuando hablaba con mis amigas de sexo, siempre escondiendo mis deseos, me comentaban que ellas ya lo habían probado todo, con parejas estables, eso sí. Sentía envidia y excesiva curiosidad, pero me abstuve de preguntar. No quería dar a conocer mis intenciones. Y realmente tenía intenciones de probarlo todo, incluso en rollos con desconocidos si se daba el caso, pero deseaba para perder la virginidad conocer bien al chico que escogiera, saber que merecía la pena para realizar mis fantasías. Sabía que el alcohol me había jugado una mala pasada, y aunque no me arrepentía, no iba a consentir que se repitiera.
Quedé con un par de chicos interesantes. Eran realmente simpáticos. Me hablaban con dulzura, siempre atentos, seduciéndome. El único problema era que buscaban llegar hasta la penetración y yo para eso todavía no me sentía preparada. Cada vez tenía las ideas más claras. Deseaba tener sexo, experimentar lo máximo en todo, sólo que la primera vez quería que fuera especial. Una vez supiera a ciencia cierta que el sexo era para mí, entonces quedaría si me picaba lo de abajo. Mientras tanto lo único que tenía era una excesiva curiosidad que podría llevarme a más de un problema.
Le daba mil vueltas a la cabeza, pensando quién sería el indicado. En las citas que tuve, sólo para hablar, llegué a darme besos en lugares públicos, esperando que el corazón me indicara el camino. Y cuando lo hizo no lo dudé. Fue un chico que vivía muy cerca, pero no en la misma ciudad. Vino a posta a conocerme, según quedamos por Internet, y cuando se fue lo hizo con todos mis datos anotados. Dos semanas después quedamos para iniciar una historia que me propongo a contar a continuación. Mi primer novio.