En aquella semana me fui a otra ciudad y mi amiga se vino conmigo. Fue unos días especiales, porque después de todo lo mal que lo había hecho, seguíamos siendo amigas inseparables. Pero yo no lo valoraba y seguía a la mía…
Cuando bajamos del coche llamé a mi prima pero no me oyó. Cuando me escuchó vino hacia a mí y nos subimos a casa de mi abuela. En el balcón oímos a su amigo que nos imitaba para llamar nuestra atención.
Amiga: Tía, tía, tía…
Yo: Ese amigo tuyo parece un loro, no se calla.
Pima: Es tonto.
Yo: Pero está buenísimo.
Prima: Prima a ti te gustan todos, además tiene 12 años.
Yo: ¿Y que?
Prima: Pues que pareces su madre.
Yo: A ti te gusta, eh.
Prima: Me gustaba, salimos desde pequeños y sólo nos dimos un beso.
Yo: ¿Besaba bien?
Prima: Sólo me dio un pico.
Yo: ¡Oh que desilusión!
Amiga: Pues compruébalo tú misma si tanto lo quieres saber.
Yo: Tía compruébalo tú.
Amiga: ¿A quién le mola a ti o a mi?
Yo: A mí.
Amiga: Pues entonces…
Abuela: ¿Qué hacéis?
Prima: Abuela, a mi prima se le ha ido la olla, le gusta el tonto.
Abuela: ¿Ese pesado? Anda ya, adolescentes que cabezas.
Yo: Yo voy a bajar.
Amiga: Pues yo voy detrás.
Prima: ¡Esperadme!
Yo: ¡Mamá ahora subimos!
Mamá: Vale.
Y bajamos corriendo a buscar al chico. Estaba nerviosa. Aunque fuera más pequeño que yo, nunca había estado con un chico y empezaba a tener ganas. Me daba igual si a ellas les parecía tonto, era muy guapo. Y seguro que besaba muy bien.