En el instituto no tenía amigas, me pasaba la mayoría del tiempo en clase de apoyo para ayudarme con mi rendimiento escolar, ya que siempre estaba muy despistada y me costaba mucho concentrarme en lo que explicaban. Me distraía con cualquier cosa.
Y en aquella clase era un grupo mas reducido de personas que iban en diferentes horarios al igual que yo. Al principio de curso estábamos solos dos personas, un chico bastante tímido y yo, pero después entró una chica llamada Azucena que era muy lista en matemáticas y a mí me daba envidia y celos de que ahora ella me había quitado el puesto. Pero comprendí que nadie es más listo que nadie que todos somos iguales, sólo que a mí me costaba comprender mejor las cosas.
Siempre me metía con ella, solía lanzar comentarios que a ella la incomodaban. Una mañana salió a la pizarra y desarrolló un problema.
Irene: ¡Que letra más pequeña!
Ella me atravesó con la mirada, borro la pizarra y volvió a escribirlo con letras gigantescas.
Azucena: ¿Te gusta así o la quieres mas grande?
Irene: así esta bien.
Sonó el timbre y me bajé a la clase, pero no vino el profesor y se armó un revuelo; cada uno se sentaba donde quería y mantenían conversaciones, otros se dedicaban a construir aviones de papel y a lanzarlos por el aire, y otros simplemente escribían en la pizarra tonterías para pasar el rato.
Yo me senté en mi sitio pensando en que podía hacer para no aburrirme; Israel seguía sentado en su sitio mirando por la ventana como si estuviera observando algo, cuatro de nuestros compañeros se acercaron a nuestro sitio para entablar una conversación.
Oscar: ¿Has visto el nuevo modelo de coche que han sacado?
Israel: Sí, un Ferrari que está guapísimo pero es para gente con pasta que lástima no ser millonario.
Entonces sin pensarlo abrí la boca.
Yo: Pues yo tengo uno.
Oscar: Ja, ja, ja tu flipas.
Yo: Mi padre es médico, mi madre es esteticien tengo una casa muy grande y puedo permitirme el lujo de tener todo lo que quiero.
María: Perdona que me meta, pero si de verdad fueras millonaria y tuvieras todos esos lujos no vestirías así y muchas mas cosas que prefiero ahorrarme.
Yo: Cada cual puede vestir como quiera.
Israel: En eso tiene razón
María: Bueno pues si lo que dice es cierto que nos enseñe la casa tan grande que tiene.
Yo: Cuando quieras
María: ¿Esta tarde?
Yo: Vale.
María: De acuerdo
Mentí, mi padre era instalador de climatización y mi madre esteticien, mi casa era grande y preciosa gracias al sudor y el trabajo de mis padres pero no era millonaria y mucho menos tenía un Ferrari, pensaba que nada se iba a descubrir y estaba confiada pero estaba totalmente equivocada.
A las 5 oí el timbre sonar y supuse que serían ellos, les abrí la puerta y pasaron.