Me sentía como en una nube. Acababa de tener un rollo de una noche con un chico, tenía a otro chico al que adoraba guiando mis pasos en el sexo y todavía tenía mucho que descubrir. No podía sentirme mejor. Mi única preocupación era no poder contárselo a Ester.
Después de la la mamada que hice al chico del chat y contárselo todo a Victor, mi amante me propuso que la próxima vez follara. Yo no estaba del todo convencida. Sabía que lo había hecho con Hugo y no era virgen, pero por algún motivo tenía la sensación de que seguía siendo virgen y quería que mi primera vez fuera especial. Sin embargo eso no me atreví a contárselo a Victor. Sabía que era una tontería mía y si se la contaba lo podría decepcionar. Y como me había propuesto hacerle caso para poder descubrir mi sexualidad, finalmente le dije que sí, que lo haría. Pero le dije que no sabría si lo haría con el primer chico con el que quedara del chat, porque me tendría que gustar por lo menos. Entonces me propuso que si el chico no me gustaba mucho, que sólo se la chupara, y si me gustaba entonces que lo hiciera todo, eso sí con condón. Y acepté.
Con el otro chico de la mamada, ya no volví a saber nada de él, por lo que de nuevo entré en el chat para conocer nuevos chicos. Me encantaba chatear con gente nueva, hablarles de mí a veces con enigmas, calentarlos y de vez en cuando contaba barbaridades. Con la mayoría no tenía buenas vibraciones para quedar. Algunos eran muy directos para hablar de sexo y eso me cortaba todo el rollo. Con otros simplemente no me sentía cómoda hablando con ellos. Y con otros, después de conseguir un buen feeling, me proponían quedar para follar o querían que les pasara un método de contacto que no tenía. Como tenían que venir de Almería o de algún sitio lejos de donde vivo, no querían volverse con el calentón. Y yo no podía asegurar si haría algo, ni aunque los viera antes por foto. Pero pensando en lo que me había propuesto Victor, de que si no me gustaban se la chupara, finalmente quedé con esas condiciones. El chico que vendría no venía con las intenciones de follar, pero al menos se quería correr. Ya sea con mi mano, o con mi boca, lo dejaría satisfecho. Y si había feeling follaríamos.
El siguiente viernes al anochecer quedamos. En esta ocasión llegó un hombre rellenito, de unos 40 años. No me gustó para nada y encima no parecía demasiado agradable. Al subirme en el asiento de al lado del conductor me empezó a manosear. Me sentí incómoda, pero aguanté porque habíamos quedado para tener un rollo. No paraba de decirme lo buena que estaba y su mano recorría mi escote sin parar. Le dije que ahí no, que mejor en un descampado. Y paró de golpe, para ir derecho al descampado, sin rodeos. Una vez allí nos empezamos a liar. Lo cierto era que tampoco sabía besar muy bien. Me dejaba sus babas en cada beso y hasta me hizo un poco de daño en un mordisco que me dio sin querer. Yo debía estar asqueada, pero había algo dentro de mí que se sentía excitada por esa situación. De nuevo lo relacioné con estar con una persona que no conocía de nada. Además, no podía dejar de pensar en Victor, en que le gustaría saber lo que estaba haciendo y poco a poco me fui animando. Cuando el hombre metió su mano en mis braguitas, notó que estaba cachonda. Entonces me preguntó que si estaba segura en no follar, a lo que le respondí que de momento no. Él insistió y trató de convencerme con su dedo en mi coño. Quiso ponerme como una perra. Al mismo tiempo me besaba de esa extraña forma. Yo todavía estaba en parte cortada, porque mantenía mis manos quietas. Pero él me cogió una y me la llevó a sus partes. Noté su bulto en los pantalones, lo acaricié suavemente y lo miré a los ojos, con mi mirada pícara. Me estaba poniendo muy muy caliente.
El hombre se bajó los pantalones y, como con prisas, me abrió la blusa para sacarme las tetas. Entonces se agachó para comérmelas. Me encantó sentir su lengua sobre mis pezones. Si antes estaba caliente, ahora que me estimulaba uno de mis puntos sensibles, todavía estaba más. Yo, con mi mano libre me acaricié el clítoris. Estaba que no podía más. Incluso pensé que si sólo se la mamaba me masturbaría al mismo tiempo y me correría pronto. Pero el hombre quiso que me sentara encima de él, sobre su polla. Me agarró del culo y me empujó hacia él. Estábamos en los asientos delanteros y no había mucho espacio. Le dije que sí, pero que mejor fuera, que ahí me sentía agobiada. Me quité los pantalones y las bragas, y tumbé sobre el capó del coche. El hombre me agarró de las caderas y me empezó a rozar con su verga. Estaba tan caliente que entró super fácil, sin condón ni nada. Pero le dije que se pusiera condón. Entonces me dijo que no tenía, pero que no podía dejarlo así. Y finalmente acordamos que me metiera por el culo. No tuve que cambiar de posición, simplemente sacó su polla de mi coño y la restregó un poco más abajo. Como vio que le costaba metérmela, escupió en su mano y me lubricó el ano con su saliva. Hundió primero uno, luego dos y finalmente tres dedos en mi culo, para prepararlo para la penetración. Incluso metió su boca ahí, siempre con sus dedos estimulándome, para conseguir una mayor dilatación. Entonces me apretó contra él, hundiendo su polla dura. Primero sentí un poco de dolor. Noté como quería meter su polla donde no cabía. Pero enseguida entró hasta el fondo y el dolor lo olvidé por una excitación mayor. Noté como todo mi cuerpo se estremecía de placer. Al mismo tiempo me rocé el clítoris con mis dedos. Fue brutal. Sentí hasta dos orgasmos seguidos, Fue apenas unos segundos, porque justo después se corrió. Noté su semen caliente chorreando por mi culo y mis nalgas. Esa sensación me encantó. Me sentí como una perra complaciendo a los hombres mas sucios. Pero al poco de correrme esa sensación se convirtió en vacío. Cogí la ropa y me vestí rápidamente…
Me dejó en mi casa. No pronuncié ni una sola palabra por el camino. Por un lado me sentí completamente satisfecha, pero por otro estaba sucia. ¿Cómo había sido de tener sexo con un hombre gordo, muy poco atractivo y basto? ¿Cómo pude permitir que sus manazas manosearan mi lindo cuerpo? ¿Cómo pude aceptar sus besos llenos de babas? Como después de hacerlo con Hugo llegué a casa y me duché con agua fría, casi tratando de borrar las asquerosas huellas de sexo que me había dejado impregnadas en todo el cuerpo. Sin embargo, cuando no podía estar más asqueada de mí misma, volví a recordar la experiencia y mi coño volvió a humedecerse. Era como una oscura fantasía sexual que había cumplido.
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