Una noche de principios de verano, cuando el calor empezaba a ser insoportable, no podía dormir y me metí en el ordenador a las tantas de la noche. Entré en el chat de Terra de la zona y empecé a hablar con un montón de gente. Hablé con uno que resultó ser del mismo barrio donde vivía por aquel entonces. Viví un encuentro nocturno.
Tenía 28 años, 7 años más que yo. Hablaba muy educadamente y con mucha sensualidad. Me empezó a abordar con el sexo, preguntándome cosas que siempre me habían excitado. Le conté parte de mi vida sexual y él hizo lo mismo. Hablando y hablando de sexo me excité una barbaridad. Entre el calor y la excitación dejé el camisón empapado. Me lo quité y empecé a acariciarme muy despacio. Cada cosa que me contaba me daba un punto de morbo y aumentaba la intensidad de los dedos. Le pedí el Messenger pero no tenía. Ni Facebook tampoco. Entonces le dije cómo íbamos a vernos, porque me moría de ganas, a lo que me respondió que podía ir a su casa, que estaba solo. En un principio me entró miedo. No sabía quién era y salir de casa a esas horas (serían sobre las 3 de la mañana), podría ser peligroso. No insistió, pero seguimos hablando y mi excitación crecía por momentos. Al cabo de media hora fui yo la que dije de quedar. Me pasó su teléfono y me dijo que cuando llegase al portal de su casa, que le diera un toque corto, que estaría atento y me abriría. Me dijo hacia donde tenía que ir, porque era un edificio dentro de una comunidad.
Apagué el ordenador, me sequé con una toalla y me vestí. A continuación salí de puntillas por el pasillo, porque estaba mi familia acostada, era un martes, y haciendo el menor ruido salí de casa. Fui por las calles iluminadas durante unos diez minutos y llegué a la parte que me había indicado, que extrañamente estaba a oscuras. Fui buscando la calle pero no la encontraba. Hasta que caí en la cuenta de que estaba por la otra parte. Cuando llegué me entró más miedo que si estuviera a oscuras. Era un edificio conocido. En el portal habrían como 50 timbres. Un vecino pasó y entró. Yo me esperé fuera a que entrara y entonces le di un toque al móvil, no tenía saldo para más, pero no respondió. Entonces intenté buscar el timbre correspondiente a la casa que me había descrito. No lo encontraba entre tantos y tenía miedo de equivocarme. Por suerte me llamó antes de presionar ningún botón. Me estaba llamando desde su fijo y se oía mal. Entendí que si estaba donde tenía que estar, a lo que le dije que sí. Me abrió la puerta y efectivamente, el portón que tenía delante se abrió. Dentro había un gran parque. Busqué el edificio que me indicó, me abrió el segundo portal y subí a su casa sin encender la luz de las escaleras. Tenía novia y no quería que los vecinos se enteraran de que le iba a poner los cuernos.
Cuando llegué todo fue bastante extraño. Tenía la casa bastante desorganizada. Y él… bueno él era un enano de 1,50 si llegaba, con la boca torcida. Me contó que sus padres se habían divorciado y que él había decidido quedarse con su padre. Además, para mayor desgracia, había nacido con deformaciones y ello implicaba su estatura y la forma de su boca, que la tenía hacia dentro. Ahora su padre estaba en casa de un ligue. Su novia estaba controlada por sus padres y a cierta hora tenía que estar en casa. Me dijo que si quería repetir, que todos los sábados su padre no dormía en casa y podríamos estar a solas a partir de las 3 que ya se abría retirado su novia. También tenía un perro pequeño que no paraba de olerme y chuparme la pierna. Primero nos tomamos una copa para liberar tensiones. Debo reconocer que al principio me entró cosa y no pretendía hacer nada, pero según fuimos hablando y retomando las conversaciones del chat, me fui calentando. Me dio morbo pensar que a pesar de su estatura había estado con muchas chicas y guapas. De hecho, en las fotos que tenía con su novia, vi a una chica pelirroja de cara fina que parecía muy simpática. Me dio lástima ponerle los cuernos, pero cuando sus manos tocaron mi cintura y su voz me susurró al oído, algo despertó en mí. Era como si volviera a presionar el botón de la excitación y empecé a fantasear. Me llevó a una cama de matrimonio desecha donde se quitó la camiseta. De repente me entró morbo hacerlo con un completo desconocido, a las tantas de la noche, en su desastrosa casa. Más morbo me dio verle desnudo cuando se quitó lo de abajo y me terminó de volver loca ver sus pectorales y su piel firme. Era como un modelo en miniatura.
Así que pensé que pese a todo, me iba a gustar la experiencia, al igual que con el hombre de 63 años, y me dejé llevar. Su lengua me recorrió el cuerpo encontrándome todos los puntos de placer. Cerré los ojos y empecé a gemir. Cuando me hizo sexo oral fue un éxtasis. Su boca retorcida no le causaba ninguna dificultad para hacerme alcanzar el clímax. Cuando nos besamos, al principio noté sus dientes puntiagudos, su lengua intentando salir de la mandíbula buscando la mía… y me dio asco sí, pero cuando me apretó con su mano contra él y los labios se unieron con el frenesí del placer, me olvidé completamente de sus defectos y le empecé a provocar. Me desnudó, con total sensualidad, y sus manos fueron una delicia en mi piel. Le besé los pectorales tersos y duros, y poco a poco bajé con las manos bordeando sus hombros y brazos. Llegué a su polla, de considerable tamaño pese a su altura, y le empecé a besar en la ingle, que la tenía completamente depilada, mientras le pajeaba. Le lamí desde los huevos a la punta, jugando con mi lengua. Mi mirada fue ardiente y lo miraba directamente a él, provocándole. Me la metí completamente en la boca, o casi, porque la punta llegaba a mi garganta y si no tenía cuidado me provocada arcadas. Absorbí y le apreté con mis labios, pajeándolo simultáneamente. Fue una delicia.
Estaba decidida a follar, pero con condón. Lo malo fue cuando le pregunté si tenía y me dijo que no. De alguna manera teníamos que terminar y fue con masturbación mutua. Le prometí que otro día vendría con preservativos para follar. Y nos tocamos con deseo, mientras comentamos situaciones excitantes del pasado. El deseo hirvió en nuestras pieles que sudaban juntas y un prolongado beso nos fusionó definitivamente. Tuve dos orgasmos seguidos con sus dedos húmedos acariciando las profundidades de mi vagina. Fue un encuentro nocturno y un momento especial.
Después me duché en su aseo y antes de que se hiciera de día volví a mi casa sigilosamente para meterme en la cama sin que nadie se diera cuenta de mi excursión nocturna. Y nadie se dio cuenta. Sin embargo, no las tenía todas conmigo y en el siguiente post cuento como estuve encuentros esporádicos.