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Una obsesión desagradable

Una obsesión desagradable

Me llamo Rebeca, tengo 18 años y estoy en un punto de mi vida donde busco experimentar con el sexo. He estado ya con varios chicos, pero ninguno me ha dado el cariño que necesitaba, ni he sentido el sentimiento necesario para continuar una relación. Entonces viví una obsesión desagradable.

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Estos últimos días me he acercado a un chico del grupo que siempre me ha atraído. Hemos estado bastante unidos y llegamos incluso a besarnos, pero la llama de la pasión no ha quemado todavía nuestros corazones. Somos una pareja de amigos que comienza a establecer lazos afectivos mas allá de la amistad. Pero yo me siento encogida. Por mi cabeza hay un pensamiento más intenso que el de estar con ese chico que tanto me gusta. Se trata de estar con un chico a solas y hacerle una mamada. No se como ha llegado hasta ahí y lo último que quiero es que mis amigos me encuadren de salida, guarra o alguna cosa peor. El caso es que llevo ya unos meses obsesionada y no consigo quitármelo de la cabeza. He oído hablar de muchas chicas que les gusta mucho, y si es así, algo tendrá. Lo he escuchado en programas de sexo y lo he leído en revistas. Tengo la curiosidad incesante de experimentarlo por mí misma, de notar que se siente, que es lo que suele gustar. Lo que me reprime es ese murmullo del que dirán. Además, es posible que al hacerlo no me guste y puede que le guste al chico al que se lo haga, entonces sería peor… Por eso tengo tantas dudas.

Una obsesión desagradable

Hoy es sábado. Hemos quedado la gente del grupo para salir. Vamos a ir a la zona del puerto de Alicante. Justamente por la zona donde se encuentran todos las discotecas. Acabamos de entrar a uno. Ya se respira el ambiente a alcohol y la música resuena en los oídos. Estamos cuatro chicas contándome a mí y dos chicos, contando a mi amigo especial. Él está bailando aproximándose demasiado a mis piernas. Su frente roza la mía y el éxtasis brota en silencio. El placer se concentra en nuestros movimientos, en nuestras caderas. La música acompañando al alcohol hace el efecto de unas pastillas ligeras. Pero en esta noche no hay cabida para las drogas, sólo para el sexo que vuelve a mi cabeza obsesionándome nuevamente. Los movimientos que efectúan sus caderas invaden mi mente. Sólo tengo ojos para ver si el pantalón hace una arruga, enseñando la forma de su pene. El pensamiento sexual vuelve a mi celebro. Pero me aguanto, me muerdo los labios y continúo bailando con él aunque suponga besarnos en el cuello. Eso si puedo hacerlo, no está mal visto por el mundo. Mientras el murmullo en mi celebro taladra mis deseos desterrando cualquier otro. Le coloco la mano en la cintura, bajando hacia el trasero, mientras él parece introducido en una nube de placer. Quiero pegarme a él y notar su bulto en mi muslo. Quiero que se excite besando mi cuerpo. Quiero bajarle los pantalones y… ¡no! Debo contenerme. Él lo desea, si espero a que me lo proponga él… ¡entonces sí! Le susurro en el oído para acelerarlo:

-Vayámonos fuera.

Una obsesión desagradableSin responderme, me agarra de la cintura y tomamos la dirección hacia la calle. Nuestros amigos nos habían visto toda la escena. Ya suponían que acabaríamos liados, por lo que no les ha sorprendido nuestra actitud. Pero vamos a lo sucede entre él y yo. Estamos caminando por el paseo, acariciándonos discretamente partes íntimas. Él me besaba en el cuello, diciendo «¿dónde vamos?» desesperadamente. A continuación hay una farola apagada y… un banco. Ese era el lugar más discreto cercano.

-Vamos bésame.

Su voz me suena dulce. Está tremendamente excitado. Me encanta. Notar como un cuerpo masculino me roza deseando poseerme, busca ansioso el secreto para calmarse. Es una sensación inigualable. Su cuerpo apretujado contra el mío, con sus movimientos característicos para dar placer a su instrumento codiciado por mis fantasías… Me encuentro en el clímax del deseo, y aun queda lo que llevaba esperando tanto tiempo.

-Así me encanta.

Eso le digo y es cierto. Sobretodo por el lugar. Mucha gente pasa, mirándonos de reojo. Cosa que me excita. Pero aun así prefiero no ser vista, y me empiezo sentir incómoda.

-¿Vamos a otro sitio? –me propone el chico.

Asiento.

Finalmente acordamos bajar a la playa. Nos colocamos justo abajo del muro. Allí las luces no llegan y podemos gozar de cierta intimidad.

Nosotros seguimos con lo nuestro. Que si besos en el cuello, caricias en la cintura, leves suspiros… Poco a poco el calor va recorriendo nuestros cuerpos, haciendo sentir el placer del sexo, manipulando nuestras mentes para desatar el deseo… Ya no importa si baja alguien a la arena y nos pilla en pleno acto. Eso añadiría morbo a la situación.

Pero aun estando de esa manera, yo deseo incesantemente esa fantasía mía, sin llegar a mencionarlo. Pues considero que debe ser el chico quien me lo proponga para no parecer una suertecilla. Y finalmente…

-Mira lo que tengo aquí.

El chico se desabrocha el botón del vaquero y se baja la cremallera. Por fin voy a cumplir mi sueño, mi única obsesión. Le miro con carita de niña buena. Mi sonrisa le hace temblar. Le bajo lentamente los pantalones, alargando el momento. Lo hago hasta las rodillas. Le veo todos los pelos de las piernas. Es bastante peludo. Le acaricio los muslos y continúo con la faena. Tiene los calzoncillos blancos. Le doy un beso en esa zona intentando notar algo. La tiene de lado bajo la ropa interior. También he podido apreciar que la tiene dura. Al estallar el contacto de mi boca con el algodón, he podido notar que el tamaño ha aumentado ligeramente. Ahora toca bajárselo y ver el objeto de deseo. Esta vez lo hago más deprisa. No tengo paciencia para esperar unos segundos más. La veo frente a mí, el corazón se me acelera. Ya había visto alguna en revistas y por la tele, pero tenerla en frente, es como la culminación de las sensaciones.

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Lo primero que me impacta es el olor. Me encanta. No sé describirlo, pero me atrae. Me llama para que me aproxime más, aun estando a escasos centímetros. A la hora de tocarlo dos sensaciones nuevas descubro: suavidad y calentor. La noto increíblemente suave, con una textura agradable. También está caliente, cosa que me produce un tremendo agrado. Entonces es cuando me dispongo a metérmela en la boca y averiguar como es hacer una mamada. Lo hago y la primera sensación es de extrañeza. Me siento rara haciendo eso. Lo hago como he visto en las «pelis»: moviendo la cabeza de delante hacia atrás. Pero no logro encontrar el punto de excitación adecuado. De todas formas pienso que hasta que no se corra no voy a parar. Sigo así durante aproximadamente media hora. Pruebo todas las posibilidades posibles. Cuando me la saco de la boca y la lamo con la lengua, me gusta menos. Cuando le lamo los huevos, siento que me desagrada notar los pelos en mi boca… Total, que pruebo todo lo posible, y no le encuentro el gusto. Y el caso es que después de tanto tiempo así, empiezo a sentir asco. Pero no un asco por tener eso ahí, sino por el sabor que se me va quedando. Hasta que el chico me agarra de la cabeza y me impulsa con violencia. Entonces me siento más excitada que nunca. Siento, a su vez, la excitación del chico y eso me vuelve loca. Pero seguidamente para de impulsarme y lo bueno se va. Pero no por eso paro. Mientras continúo dándole a la polla, pienso que si fuera más grande me gustaría mas. Y que aunque ahora sienta nauseas, habrá merecido la pena. Sólo por el instante en que me forzó. Como cada vez se la mamo con menos intensidad, el chico me pregunta:

-¿Has terminado ya?

Afirmo con la cabeza. Me saca la polla de la boca y vuelve a los besos en el cuello, mientras apoya su pene en mi pierna. Continúo moviéndosela con la mano. Sus besos en mi cuello no consiguen reanimarme sexualmente. Me ve cansada y para.

-¿Quieres que paremos?

Me pregunta. Le contesto que sí. Se sube los vaqueros y se arregla un poco. Yo hago lo mismo.

-¿Te ha gustado?

Me pregunta. Le respondo que sí, que ha sido genial y nos vamos agarrados de la mano camino del paseo. En mi cabeza, sólo se encuentra el recuerdo de la mamada y un sabor asqueroso a polla que deseo quitármelo cuanto antes. Sin embargo, cuando tenga otra delante de mí, no dudaré en hacer lo mismo. Pues la experiencia a sido genial, aunque solamente sea por aquellos segundos de verdadero gozo. Puede que en la próxima haya más de esos segundos.

Después de unos días pensé en todo ello. Nunca supe por qué el chico no se corrió, o si lo hice bien o mal. Además el sabor a polla se me quedó durante un par de días. Pero la sensación de estar ahí dándole, con el nerviosismo de si te podía ver alguien y sentir el gozo del chaval, fue genial. Realmente pensé que no me había gustado, pero la fantasía seguía en mi cabeza. Pero esta vez con nuevos alicientes, como probar una polla más grande o… nuevas fantasías que ya contaré algún día. Espero a ver sido de vuestro agrado mi confesión anónima. Y gracias por leerme.

Actualización…

Tengo que añadir que desde que ocurrió esto he tenido algunas experiencias sexuales más y han sido muy positivas. Me gusta el sexo, no sólo la penetración, sino todo lo que la rodea. El juego de la seducción, los roces, las caricias, los besos… mmm eso me encanta. Tal vez escriba algún relato más de mis experiencias sexuales. Pero por el momento voy a añadir algunas fotos que me hizo un chico con el que tuve un rollete. Tal vez algún día cuente la experiencia.

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