Al echar la vista atrás pensé que había estado últimamente con muchos chicos, pero con ninguno había disfrutado como lo hice hará un año atrás. También pensé que los jóvenes no tenían la experiencia suficiente para darme lo que buscaba.
Total, que me volví a meter en el chat de Terra donde volví a conocer hombres maduros que deseaban quedar conmigo. Sin embargo, tampoco quería llegar y follar sin conocer. Entonces se me presentó una oportunidad idónea. Había uno que tenía 63 años, que me ofreció pagarme 30 euros por hacerme un cunnilingus. Acepté porque eso no me comprometía en nada, sólo disfrutaría yo y encima me ganaría un dinerito que me venía muy bien. Llevaba varios meses sin trabajar, la expectativa estaba negra porque aunque tenía la ESO, no tenía ninguna especialidad y así es difícil encontrar un oficio. Por lo que cobrar por tener relaciones sexuales lo veía como una buena forma de tirar hacia delante. Aunque no me quería dedicar a eso en el futuro, ya no porque no me gustase el sexo, sino porque no sabes con quién te puedes encontrar y las enfermedades sexuales están a la orden del día.
Me vino a recoger en su coche por la noche a las afueras de donde vivo. Le dirigí al descampado de costumbre. Todo el trayecto me fue diciendo la suerte que tenía de encontrar una chica dispuesta como yo. Debido a su edad no podía ligar con chicas jóvenes y yo se le antojaba como el regreso a sus tiempos mozos. Una fantasía que la veía casi como imposible y yo se la iba a cumplir. También me comentó que lo habían operado de un riñón y tenía aun las vendas puestas. Me lo comentó para que estuviese tranquila con él, porque al operarlo le habían hecho análisis de todas las clases y estaba completamente sano ya que a la gente con enfermedades no les ofrecían operaciones tan delicadas. Respecto a eso, no es que le hiciera caso, pero sabía que lo que íbamos a hacer no había riesgo alguno de contraer nada.
Paramos en el descampado donde había estado con varios ligues, pero en esa ocasión no había nadie. Primero hablamos. Me dijo que estaba separado, que tenía varios hijos. Tenía que cuidarse porque había llegado a una edad donde los excesos los pagaba bien. De aspecto era bastante grueso y calvo. Realmente no me gustó. Pero pensé que no debía besarlo, sólo abrirme de piernas y dejarme hacer. Y así fue. Primero me empezó a tocar y yo me fui retorciendo de placer, porque me acariciaba las zonas íntimas que me hacían sentirme muy excitada. Y enseguida me fui quitando la ropa y le enseñé la vagina. Se mojó los dedos y me empezó a masturbar con suavidad. Al mismo tiempo que yo contenía gemidos, él empezó a hacer ruidos como de un cerdo. Cuando se agachó para lamerme el coño, se golpeaba con la palanca del cambio de marchas. Aun así seguía intentándolo, durante unos segundos, y seguía con los dedos. Fue una situación cómica. Hasta que dijo que así no podía seguir y nos sentamos en los asientos de atrás. Allí me puse cómoda, sentada apoyada con la puerta y él se agachó y volvió a hacer esos sonidos raros que me cortaban el rollo. Pero aguanté así, esperando coger el punto y así poder disfrutar. Me costó bastante porque me desconcentraba. Pero no lo hacía mal del todo. A pesar de los estrambóticos gemidos, usaba su lengua y no sus dientes para chupar. Su gran lengua parecía una babosa que me encontraba todos los rincones de la matriz, profundizando casi como una polla. Cerré los ojos y me olvidé de con quién estaba, y sentí como mi cuerpo temblaba de placer. Entonces su lengua subió hacia mi clítoris y con los dedos húmedos hizo el trabajo de profundizar. Comencé a gemir como una loca, acompañándolo en ese extraño ronroneo.
Cuando abrí los ojos vi que se la había sacado y se estaba pajeando. Le mediría tal vez 8 centímetros ocultos por el poco pelo del pubis y su prominente panza. Sin embargo, lejos de sentir asco, me excitó de alguna manera. Tal vez al pensar que estaba dándole verdadero placer. Cogió mi mano y me la alargó para que se la tocara. Eran cuatro dedos, con el capullo escondido. La meneé intentando descapullarlo. Cuando lo conseguí se quedó el pene como chuchurrido contra sí, sin apenas ampliar el tamaño. La punta era casi una tercera parte del pene y el prepucio tenía un color oscuro, como de una cicatriz. Me dio como cosa. Me dijo que no me asustara, que la tenía así porque se había operado de fimosis. Después de ese contacto, siguió masturbándose él y volvió a gemir como un loco al tiempo que regresaba su lengua a mi clítoris. Dejó saliva en el agujero y metió hasta tres dedos en mi vagina, volviendo a hacerme estremecer. Yo lo acompañé con fuertes gemidos, indicándole como iba y cuando estuve a punto de correrme, le dije que le diera más fuerte. Así lo hizo haciéndome sentir un orgasmo brutal. Y me quedé relajada. Pero no habíamos terminado. Aun quedaba él. Le agarré su micropolla entre los dedos y empecé a masturbarle. Se lo hice rápido porque estaba deseando que se corriera cuanto antes. Quería terminar ya. Él alargó la mano y empezó a sobarme las tetas al mismo tiempo. Poco mas de unos minutos y se corrió. Pero no fue una corrida normal. Empezó a manar semen y no paraba. Una exageración. Al menos tiró medio litro de esperma. Me limpié casi con aprensión.
Después de eso, me comentó que le gustaría quedar conmigo todas las semanas. Que me pagaría 30 euros siempre por lo mismo que ese día, pero que si me atrevía a llegar más lejos, pagaría más. Le dije que me lo pensaría, pero que de momento haría sólo eso. Y así quedamos. Lo que sucedió más adelante lo contaré en vuelta al puterío 2.