No nos libres del mal es una película erótica francesa, de 1971. En ella tenemos un thriller dramático de adolescentes con mucho erotismo. Dos adolescentes de un colegio católico deciden revelarse haciendo el mal utilizando la mentira y la seducción. Es una de las mejores películas eróticas francesas.
Créditos
- Nombre original: Mais ne nous délivrez pas du mal
- Título traducido al inglés: Don’t Deliver Us from Evil
- Año: 1971
- País: Francia
- Duración: 102 minutos
- Género: Religión, thriller, drama, adolescencia, erótico
- Director: Joël Séria
- Reparto: Jeanne Goupil, Catherine Wagener, Gérard Darrieu, Bernard Dhéran, Véronique Silver, Marc Dudicourt, Michel Robin, Henri Poirier, Jean-Pierre Helbert, Nicole Mérouze, Serge Frédéric, Frédéric Nort, René Berthier, Jean-Daniel Ehrmann
Argumento de No nos libres del mal
Lore (Catherine Wagener) y Anne (Jeanne Goupil) son dos chicas de un colegio católico. La vinculación de ambas es muy fuerte. Pero están hasta los ovarios de las reglas religiosas y se rebelan… pasando de niñas buenas a niñas malas. Su nuevo ídolo será Satanás. Para ello utilizarán la seducción y la mentira para conseguir todo lo que deseen.
Satanás en el cine
Satanás siempre ha convivido en el cine en todas las formas posibles e imaginables, pero es difícil no anexionarlo al cine de género, donde generalmente se ha aprovechado e incluso se han creado figuras icónicas a su alrededor. Sin embargo, con la película Líbranos del mal encontramos uno de esos ejemplos que no huyen premeditadamente de este cine de género, pero cuyas directrices no lo acercan tanto como se podría suponer para conocer la premisa del debut de Joël Séria a principios de los años setenta.
El director de Líbranos del mal
Séria, que vería pasar el resto de su carrera entre títulos bastante olvidados e incluso inaccesibles, siguió en esta primera incursión a un par de chicas -prácticamente nuevas en la etapa adolescente- que estudian en la misma escuela (católica) y que comenzarán en ese marco, y a través de un pacto tan extraño y definitorio, una amistad difícil de romper alimentada por su culto a Satanás y por la necesidad de ver cómo ese culto se cristaliza en un comportamiento inhóspito para dos niñas de su edad, capaces tanto de hacer insinuaciones a hombres que entran en una edad ya difícil como de confesar sus pecados particulares ante una de las figuras autoritarias de su escuela.
Una mirada perversa de la adolescencia
El cineasta galo establece así una mirada perversa e incluso lasciva -la de Ana frente al espejo, la llegada a una edad que implica una cierta exploración sexual- que se deforma de forma inesperada: Líbranos del mal desarrolla lo que podríamos observar como un juego peligroso llevándolo a un terreno bastante infantil -aunque nos referimos directamente a la figura de Satanás por boca de ambos protagonistas, que juran lealtad al señor del inframundo- donde las acciones no dejan de desarrollarse desde el prisma de dos chicas en medio de un período de cambio, acercándose así a la mera travesura más que a un oscuro revés que tal vez no se produciría a la edad en la que se produce este curioso intercambio.
Banda sonora, fotografía e iluminación
Todo esto es reforzado por Séria desde la dirección, dando una importancia casi vital tanto a la banda sonora -que con razón repite composiciones que tratan de dar un tono más «ingenuo» a la película, así como fortifica ese camino circular en el que ambos protagonistas están sumergidos (no en vano se repiten esos paseos en bicicleta con el mismo tema) -como la fotografía de la película, que incluso y con huellas ciertamente perturbadoras (incluso perversas, si se quiere), está empapada de una luminosidad que describe a la perfección cuáles son las intenciones de No nos libren del mal. Sí, ambos pueden estar relacionados con Satanás y en ese sentido no hay ambigüedad alguna. Pero la magnitud de sus acciones siempre se diluye entre la risa y el carácter impropio de alguien predispuesto a adorar a Satanás pero, obviamente, típico de alguien de la edad de Ana y Lore.
Una pareja unida hasta el final
El escenario más terrenal que ofrece No nos libres del mal acaba revelando que, en el fondo, no se trata de terror, ni de causar terror. Es así como el autor encuentra en estas «travesuras» el modo de reforzar un vínculo que puede unir a esta pareja a las últimas consecuencias, incluso en un final en el que Jöel Séria decide mostrarse nada mordaz con una de esas conclusiones cuyas imágenes terminan adhiriéndose casi inevitablemente a la memoria.