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Erótico fin de curso

Erótico fin de curso

La vuelta de vacaciones de navidad fue más dura de lo previsto. Éramos conscientes de que había varios trabajos que entregar y exámenes a la vista pero no nos pensábamos que lo íbamos a llevar tan mal. El curso se estaba poniendo más cuesta arriba, por lo menos para mí. No quería bajar mi media, sobre todo en historia. Por ese motivo tanto Mario y yo, aunque quedábamos para estudiar en la biblioteca o realizar algún trabajo grupal nos empezamos a dar cuenta que la relación se estaba enfriando. Para solucionarlo tuvimos un erótico fin de curso…

Algún fin de semana, que era cuando más tiempo libre teníamos, quedábamos a solas, pero ya no teníamos esa ilusión de seguir haciendo cosas de la lista que habíamos hecho durante el verano, ni mucho menos mejorar lo que más nos había gustado. Ya era como que habíamos caído en una rutina de vagancia de la que no queríamos salir.

Las vacaciones de Semana Santa no mejoraron la situación, alguna cosa de la lista sí que hicimos pero sin poner muchas ganas. Lo más valiente que hicimos fue hacerlo en la cofradía poco antes de que empezara a llegar la gente para prepararse para salir en procesión. Muchos de las vestimentas y capuchones estaban puestos en maniquíes o estirados de tal manera para que no se arrugasen, por lo que el morbo estaba asegurado, es como si no estuvieran viendo. Pero la chispa que había antes no estaba, incluso los polvos de navidad en el teatro fueron mejores.

No sé cómo habíamos llegado hasta ahí tan pronto, al principio fue todo del color de rosa y poco a poco la cosa se fue desinflando, la llama se fue apagando. Me sentía frustrada, nunca había tenido una relación tan cercana. Tan íntima con una persona y me daba un poco de vértigo que eso se perdiera. Así que las broncas no tardaron en llegar, la historia de amor idílica se empezó a acabar.

Lo bueno es que después de la mayoría de las broncas, el polvo de reconciliación era mejor, lo hacíamos donde pillábamos, en los baños del instituto, en la biblioteca, en mi habitación con mi padre en casa,… Cualquier sitio era bueno para hacer las paces.

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Los exámenes finales llegaron y todo fue como estaba previsto, tenía suficiente media como para no agobiarme con la selectividad, aunque tampoco me podía embobar. Sólo quedaba el último empujón de un año complicado, de un año lleno de retos y emociones por partes iguales.

Antes de eso, en la graduación todo fue de perlas, dejamos a un lado todas las diferencias que habíamos tenido. Sobretodo en el último trimestre para pasarlo bien, para disfrutar del momento. Y así fue, nos lo pasamos a lo grande. Volvimos a retomar la lista y no se nos ocurrió otra idea más que hacernos muecas de gracia y deseo mientras estábamos en la ceremonia del instituto. Una vez en el restaurante, como nos pusimos juntos, todo eran toques por debajo de la mesa o miradas de complicidad. Fue una noche fabulosa, sobre todo porque acabamos en casa de Mario haciendo el amor como si estuviéramos en la piel de alguno de nuestros profesores. Y ya acabé durmiendo allí.

Al día siguiente fue todo más fácil. Aunque estaba cansada del día anterior, estaba motivada para afrontar los últimos días de estudio para la selectividad. No fue difícil concentrarse y memorizar todo aquello, pero la mayor parte de lo que caía para el examen lo tenía reciente y lo que no pues sólo era repasarlo y enseguida se me quedaba de nuevo. Se notaba que, aunque Mario y yo habíamos tenido nuestros desencuentros, algo había mejorado la situación. Aunque muy a mi pesar este erótico fin de curso no iba a durar mucho.

Una vez terminados los exámenes y mientras esperábamos las notas de los exámenes, volvimos a la realidad. Al estar ya ociosos y con todo el tiempo del mundo, teníamos también más tiempo para pensar en lo que había pasado durante el curso. Había momentos muy bonitos que recordar, pero otros no tanto. Por eso el mismo día que terminamos los todos los exámenes fuimos a tomar algo, al principio nos juntamos casi toda la clase, queríamos celebrar que ya estábamos de vacaciones ¡por fin! Ya podíamos dejar los libros a un lado durante todo el verano. Fue gratificante ver que el ambiente era muy bueno, incluso entre Mario y yo parecía que volvía aquella complicidad que teníamos cuando empezamos a salir y conocernos. Así que se aprovechó la situación. Y con esa mirada pícara de saber lo que estaba pensando el otro nos fuimos disimuladamente del bar. Acabamos en un local de unos amigos de Nacho, sabíamos dónde estaban las llaves, las solían esconder en el mismo sitio. Así que fue el lugar perfecto para bajar el calentón que teníamos y funcionó, dejamos todo como lo habíamos encontrado y nos fuimos.

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