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Humillada en público

Humillada en público

Hola querido diario. Soy una tonta. No paro de repetírmelo. Quería cortar con Hugo, o al menos darle un ultimatum para que cambiara su actitud con sus amigos, pero lejos de hacerlo acabé entregada… una vez más. Pero esta vez fue peor, porque fui humillada en público.

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Cuando llegué a casa lo primero que hice fue ducharme para quitar de mi piel las huellas de sus dedos y su aliento. Pues aunque el chico me gusta y sabe qué hacer para darme placer, es un cerdo y debo cortar con él cuanto antes. Sin embargo cuando estoy enfrente su bonita mirada me envuelve, sus caricias me derriten y sus besos me atrapan. No soy capaz de decirle que no, que este cuerpecito debe respetarlo en público para poseerlo en privado. Por eso he pensado en cambiar la estrategia. Tengo que portarme mal con él para que sea él quien me deje y no yo. Y aunque sea la pava a la que ha dejado, al menos no me hará sufrir más. Sé que lo pasaré mal porque estoy sumisa a su voluntad, pero tengo que hacerlo. Esto no puede seguir así.

Tras armarme de valor, y después del fin de semana sin salir de mi cuarto, fui al insti el lunes. Ese día estaba especialmente nerviosa. Las miradas se centraban en mí. No sé si eran alucinaciones mías o que realmente la gente me miraba por algo. Entonces llegó Ester y me dijo que me había avisado de que Hugo no era un buen chico, pero yo la mandé a la mierda. Sé que sólo trataba de ayudarme y que no podíamos romper la amistad que teníamos desde pequeñas, pero en esos momentos estaba tan tensa que fue lo único que conseguí escupir por la boca. Esa mañana tuve la sensación de que las horas duraban años. Las clases eran más aburridas que nunca y especialmente los chicos no paraban de mirarme. Cuando llegó la hora del recreo me comí un donus de la cantina sola, en una de las mesas. Desde que había discutido con mis amigas no tenía con quien ponerme. Pero no me importaba, ya tenía bastante con lo que tenía encima. Entonces llegó un chico y se sentó conmigo en la mesa. Me dijo que quería quedar conmigo. A mí no me gustaba mucho y mi primer instinto fue decirle que no, pero entonces recordé que tenía que putear a Hugo para que me dejara. Le dije que sí. Quedamos para esa misma tarde. Nos pasamos el número de móvil y seguimos a nuestra marcha.

Humillada en público

Curiosamente después de las clases, otro chico también me buscó con las mismas intenciones que el primero. Pensé que por qué no y quedé con él para la tarde del siguiente día, ya que ese día ya tenía una cita. Me resultó extraño que dos chicos trataran de ligar conmigo el mismo día, cuando normalmente nunca me habían dicho nada, pero no le di mayor importancia. Es lógico que los chicos quieran ligar con chicas, y más si no son especialmente guapos, ya que no tienen chicas detrás de ellos.

Ese día no chateé y eso que es raro en mí. Estaba más nerviosa de la cuenta. No era por estar con el chico que había quedado para esa tarde, sino por lo que había pasado el sábado. Hugo se había pasado y yo no tenía la menor intención de tirarme a otro chico. Para empezar porque la zona de la ingle me seguía doliendo y también porque ya tenía bastante con un capullo en mi vida. Sólo quería enrollarme y restregárselo por la cara a Hugo. Que sea humillado por sus amigos. Así que me vestí un poco provocativa y me preparé para ir a la cita. Mi madre pensaba que había quedado con mis amigas, no sabía nada de que había discutido con ellas, y no me dijo nada.

Vi al chico con el que había quedado y fuimos a su casa porque no estaban sus padres. Me llevó al salón, donde nos sentamos en el sofá, puso la tele y me sacó una cocacola. Entonces le pregunté que por qué quería quedar conmigo y me dijo que se había enterado de que me dejaba meter mano. Yo flipaba: “¿¿¿cómo???” Resulta que Hugo le había dicho que era una chica fácil y que no me importaba que los chicos me metieran mano aunque no tuviera nada con ellos. Estuve a punto de levantarme y dejarlo ahí tirado, pero me lo pensé mejor. “¡Es verdad!” le dije. No era cierto, pero esa vez me iba a dejar para que Hugo viera que le había puesto los cuernos y me dejara. Así que estuvo sobre 30 minutos tocándome las tetas. Primero me tocó por encima de la ropa, pero poco a poco fue hundiendo un dedo por mi escote, hasta acabar acariciándome un pezón. No hizo intención de besarme ni nada, ya estaba entretenido con mis tetas. Después de eso, y de tomarnos las cocacolas, me dijo que sus padres estarían al llegar y mejor que no me vieran allí. Le di dos besos y me marché a casa. Fue algo raro.

Humillada en público

Al día siguiente en el insti tampoco hablé con Hugo y por la tarde quedé con el otro chico. Ese también había escuchado lo mismo. Fuimos a un descampado a las afueras del pueblo y me estuvo tocando. Sus manos no se conformaron con mis tetas y recorrieron mi cuerpo con ansia, pasando de mis tetas a mi culo, y al revés. Llegó a acariciarme la raja del culito, pero quiso meterme la mano entera en los pantalones y le dije que eso no lo hacía. Nos dimos algunos besos y, como vio que no quería llegar más lejos, dijo que se tenía que ir. Ese día me quedé con el calentón, porque me escocía menos abajo y me calenté un poco de sentir caricias en mis zonas íntimas. Pero me quedé a medias y tuve que desahogarme por la noche, entre las sábanas.

Ya al día siguiente, en el isnti, vi a Hugo que trató de agarrarme y cogerme como siempre, a lo que yo le esquivé. “Tengo que contarte algo” le dije antes de dejarme llevar. “¿Qué pasa nena?” me respondió con su tono vacilón. “He estado con dos chicos”, lo cual era verdad. “Ya lo sé tía, les di yo permiso”. ¡No podía ser! “¿Cómo que les diste tu permiso?” Hugo me miró sonriendo. “Sé que estás muy caliente y con ganas de probar.” Me quedé a cuadros. “¡Pero tu eres un cerdo!” me hice la indignada. “Nena, no digas que no te ha gustado”. Me quedé pensativa. ¿Era esto cierto? “No, yo quiero estar sólo contigo”, mentí. No quería estar con él pero no quería parecer una guarra. “Ya lo sé, pero el sábado no lo hiciste del todo bien y yo necesito una chica que sepa follar”. Esto era la ostia. Así que lo tenía todo planeado. “No, esto ha llegado demasiado lejos. ¡Tú para mí has muerto!” Al decir esto el corazón me dio un vuelco. No quería romper, no quería dejar de notar sus manos en mi cuerpo. Con los otros chicos no había sentido ni la mitad de lo que sentí con él. Pero tenía que hacerlo, me estaba humillando. “De eso nada, tú eres mía”. Encima me mandaba. “Pero no me respetas, ni me tratas bien”. Estaba dolida, muy dolida. Era el chico al que quería y sintiéndolo mucho tenía que dejarlo. Se me partía el alma, pero él no lo aceptaba y cada palabra que decía tenía mucho poder sobre mí. “A ti te gusta que te den caña, que te humillen”. No me había dado cuenta pero había un montón de gente mirándonos. “¡No!” mi voz sonó débil. “Dentro tienes una putita y yo te la voy a sacar”. Me encogí de hombros… “¡Vete a la mierda! ¡Olvídame!” Y me fui entre lágrimas. Había sido humillada en público.

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Comentarios (5)

Joder alma que pasada resulta casi increíble que pueda haber gente tan buena como tu y con tanta maldad como el. Espero no perderme nada de lo que publiques porque de verdad me dejas de piedra .Muchisimos ánimos y sigue así 😉

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Muchas gracias a ti. Y me alegro que te guste. A mí me gusta que me comenten que les parece lo que me pasa y así yo puedo pensar en como actuar para la próxima vez, aunque luego a la hora de la verdad no sea capaz de hacerlo. Pero lo agradezco.

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Si aceptas consejo Alma azte valorar .Vale que para aquí esta genial por el morbo que genera todo esto.Pero no mereces que te traten así .Por lo que puedo intuir de lo que leo eres una chica encantadora

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Sí es verdad, lo primero es que te respeten los demás y respetarte tú misma, y después que venga el placer y el sexo.

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Desde luego sino para esa persona solo eres un juguete mas como otro cualquiera

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