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Alcohol, fiesta y bailes

Alcohol, fiesta y bailes

Hola, querido diario. En esta ocasión te voy a hablar de un fin de semana corriente. Si os gusta lo que cuento, os invito a hacerme muchos comentarios y ha seguirme en todo lo que publico. ¡Prometo contar todo lo que me ocurra! Os cuento como son mis sábados de alcohol, fiesta y bailes.

Ya el viernes, después de comer y ver mi serie, me junto con mis amigas. Vamos a la casa de Ester donde nos tomamos algo mientras comentamos el plan para esa noche. Lo normal es que sobre las 7 nos retiremos a nuestras casas, a cenar y arreglarnos, para quedar más tarde. En este pueblo no hay discotecas, pero sí pubs o bares que cierran tarde, donde retiran las mesas para dejar espacio a la pista de baile. Como aquí sólo hay un par ellos, la gente que quiere salir nos encontramos. Y aun así no se llena mucho. Bailamos entre nosotras hasta las 2 o las 3, mientras nos tomamos un par de copas de alcohol. Si el camarero nos conoce y no nos quiere servir, siempre hay algún amigo que pide por nosotras. Algunas noches también hacemos botellón y después entramos contentas a bailar. Es importante estar con el punto de alcohol justo, porque cuando bailamos los chicos nos miran y de no estar así nos morimos de vergüenza. Los chicos nos ven bailar, se arriman al ritmo de la música e incluso se excitan. Entonces es el momento perfecto para ligar. Pero claro, cuando veo alguno a huevo (que no suele pensar), Ester se me adelanta. Dios, una vez sólo lo pensé, tomé el aire para entrarle y ya estaba ella dándose un morreo con lengua. En esa ocasión creo que ni llegaron a hablar antes. Claro, Ester no se corta ni un pelo porque como si la rechaza es gay, nunca queda mal. Yo creo que a los chicos les da igual una que otra. Y como Ester ya tiene fama de fácil, pues al lío. Pero a Ester le da igual tener o no fama, porque como sus padres casi ni se preocupan por ella, no van a regañarla. Tal vez sea por eso.

Alcohol, fiesta y bailes

Las noches de botellón son más divertidas. Al tomar más copas nos reímos más fácilmente. Además, solemos juntarnos con más gente, que tienen que poner su parte para beber, y acabamos todos bebiendo con todos. A mí me gusta sentir el roce de los chicos, sentirme parte de su noche. Al menos así tenemos de qué hablar durante la semana. Cuando mis amigas notan que hay un chico que me gusta tratan de juntarnos. Sin embargo en esas ocasiones las conversaciones no suelen tener fluidez, ya que la situación está como forzada y no acaba pasando nada. Ni aunque nos empujen para que, disimuladamente, nuestros labios se rocen. Así lo hicieron la última vez. Hugo, el chico de mi clase que me mola, estaba en las rocas de la playa bebiendo con sus amigos. Mis amigas forzaron el encuentro. En esta ocasión el chico hacía bromas aligerando la tensión y me pude soltar… algo. Aunque en cierto modo me desagradó, porque eran comentarios machistas, sirvió para que naciera una conversación. Entre risas, empujones y órdenes, mis amigas consiguieron que me acercara a él. Me quede paralizada como tantas otras veces. Entonces Ester le contó al oído que me molaba. Hugo se levantó y me dijo que mejor nos fuéramos los dos a un lugar íntimo. Así lo hicimos.

Canimamos un poco por el paseo, hasta que nos paramos en un banco solitario. Me dijo que le gustaba desde hace mucho tiempo, pero que no se atrevía a decirme nada porque siempre iba con amigas y no sabía si él me gustaba. Le dije que sí me molaba y que me daba lo mismo. Fue algo maravilloso. Los dos conectamos como jamás pensé que conectaría con un chico y nos enrollamos durante un rato. Su boca se junto a la mía, buscando un hueco por donde encontrar nuestras lenguas. El sabor de su lengua era una mezcla de sabores que me dejaron sin respiración, con una mezcla de saliva excitante. Me acarició la cara, el cuello y… las tetas. Yo le correspondí abrazándolo después del beso. Me había encantado. Entonces me dijo que éramos jóvenes para comprometernos y que debíamos ser amigos especiales. No se puse ninguna pega.

Alcohol, fiesta y bailes

Estaba encantada. Sólo tenía ganas de besarle. “Lo que quieras” le dije. Y así fue. Cuando volvimos de la mano comenzó a vacilar a sus amigos de que se había dado el lote conmigo y me ruboricé. Era como un juego y decidí dejarme llevar. Mis amigas fueron detrás de mí preguntándome que qué había pasado, si éramos novios, si habíamos quedado otro día… Les dije que había sido muy emocionante. Nos confesamos, nos liamos y me metió mano. Entonces me dijeron me dijeron que por qué no le había metido yo mano a él. Simplemente ni lo pensé. Ester me estuvo hablando de lo excitante que era tocar una buena polla y hacer cosas con ella. Me contó que ella había hecho de todo. La había mamado, la había pajeado, pero sin duda lo mejor era follar. Par mí era mucha información de golpe, tenía que asimilarla y necesitaba tiempo. No podía ser como Ester, que en un sólo día se lanzaba a todo. Necesitaba tiempo con Hugo, coger confianza, el momento oportuno y el lugar adecuado… En fin, creo que es lo normal. Al ser amigos especiales, tendría muchas más oportunidades. Hugo no parecía tener prisa y yo tenía tiempo para sentirme cómoda.

Otros fines lo veía. O coincidíamos en un botellón, o en un pub. Entonces hablábamos, bailábamos, nos liábamos y poco más. A principio lo hacíamos en privado, pero poco a poco nos fuimos soltando y acabamos besándonos con naturalidad delante de los amigos. Hugo tenía confianza para darme cachetes en el culo, pero para tocarme las tetas lo hacía disimuladamente en público. En raras ocasiones me decía de vernos a solas, y entonces cada vez me metía mano con más deseo, sin llegar a más. Yo nunca me apartaba, al contrario, me dejaba hacer. Pero no me atrevía a meterle mano y tocarle la polla, como me aconsejó Ester. Y así han sido mis últimos fines de semana de alcohol, fiesta y bailes. Nada del otro mundo.

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