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Año nuevo, relación nueva

Año nuevo, relación nueva

Ya en navidades conocí a otro chico por el chat, de una ciudad cercana. Tenía 33 años y enseguida conectamos. Hablamos de mil temas y en todos teníamos una visión similar. No tardé ni un día en pedirle que viniera a conocerme, a lo que me dijo que sí.

Vino a recogerme en su coche. Era un hombre alto, delgado, bastante peludo. No me atrajo físicamente, pero sí noté una dulzura inusual y el vínculo establecido en el chat se consolidó al hablar durante un rato. Entonces ocurrió algo que me encantó. A pesar de estar totalmente entregada a él y de estar tan bien que nos entrecruzábamos las manos, no intentó besarme. Se limitó a darme placer, a hablarme y a hacerme sentir especial. Aunque el deseo hable con el cuerpo, y me encante esa sensación, siempre había pensado que para tomar a un chico enserio debía comportarse así. Pero claro, ya estaba escarmentada por relaciones que había tenido anteriormente y no me podía fiar del todo. Así que le puse a prueba. Le dije que estaba caliente y que quería que me follara, a ver que pasaba. Hay estaba en juego tener un simple rollo o algo más profundo. Y su respuesta fue ejemplar. Me dijo que primero prefería que nos contásemos la vida, saber como somos realmente y después tomar una decisión sensata sobre si llegar o no más lejos. Mi ilusión se renovó. Éste podía ser mi nuevo príncipe azul, de verdad y no el capullo que se fue a Valencia.

Le conté por todo lo que había pasado y él me cogió la mano. Me dijo que también lo había pasado mal, muy mal. Había estado con una chica saliendo toda la vida, hasta estaban prometidos y faltaban unos meses para la boda cuando lo había dejado, sin darle explicación. Y que había pasado algo más que prefería no contarme. Yo lo respeté y le dije que le iba a ayudar a salir del bache. Que sabía lo que era pasarlo mal y no iba a permitir que nadie pasara por algo así. Intenté besarlo, él se percató, pero se apartó. Me dijo que todavía no. No estaba preparado para iniciar nada y, sobretodo, no quería aprovecharse de mí dándome falsas esperanzas.

Seguimos en contacto y quedamos durante los siguientes días, donde la situación se repitió. Quería que nos conociéramos. Quería que lo conociera totalmente antes de intentar empezar algo. Y lo respeté y lo adoré por eso. Me pareció lo mejor que se podía hacer para entregar el corazón sin reserva. Y poco a poco me fui sintiendo más unida y más atraída por él. Estaba deseando que quisiera dar el paso.

Año nuevo, relación nueva

Entonces ocurrió algo que me desconcertó. Hablando con él por el Messenger me dijo que lo esperara un rato que tenía que hacer unas cosas, pero que me dejaba la conversación abierta. Cual fue mi sorpresa que a los pocos minutos me habló, pero no era él sino su hermana. Me dijo que su hermano estaba mal porque después de que su ex pareja le dijera que quería cortar, se intentó suicidar. Vivía en una familia rica y estaba de especialistas. Le habían prohibido empezar ninguna relación y tenían que estar muy pendientes de él. Y, desde entonces, lejos de mejorar había empeorado, porque había intentado suicidarse otras dos veces más. La primera vez fue bebiendo lejía y las otras dos dejando el gas abierto. Era tan egoísta como desequilibrado porque podría haberse llevado por delante la casa y quien hubiera dentro de ella. La última y peor de las cosas que me contó fue que la chica en cuestión con la que se iba a casar era una drogadicta y que lo estaba enganchando a él también. Y que a ella le importaba una mierda él, porque en las tres veces que había estado a punto de morir había aparecido para tirárselo y así conseguir más dinero para droga. Precisamente por eso, al verse de nuevo con ella y volver a perderla, fue cuando le dio otro bajón e intentó de nuevo quitarse de en medio. Y luego otra vez igual. Él estaba enamorado de ella, era evidente, pero ella era una bomba de relojería y no debían ni hablar. Por todo eso, yo debía alejarme y no volver a verlo. Me destrozaría la vida. Ya estaba avisada.

Mi primera reacción fue desconectar el ordenador y acostarme. Al cabo de una media hora me empezó a sonar el móvil: era él. Le denegué la llamada. Entonces me mandó un mensaje diciéndome que se había enterado de lo que me había puesto su hermana, pero que no la creyera, que lo había exagerado todo y que no era así. Que le habría gustado contármelo personalmente, pero que era muy duro y no había encontrado el momento. Total que quedamos para el día siguiente. Me contó que sí había estado de psicólogos y le habían recomendado, no prohibido, no iniciar ninguna relación sentimental hasta pasado un tiempo, por eso me esquivaba cuando pretendía besarlo. Sí era verdad que se había intentado suicidar, pero que tenía que entenderlo, con su ex tenía la vida que quería tener y estaba pasando pon un infierno sin ella. Que de verdad estaba mal, pero que no lo dejara, porque gracias a mí se estaba empezando a sentir bien. Eso me hizo tener una agradable sensación. A mí me vibraba el corazón cada vez que lo veía, lo que no quería era volver a sufrir. Pero claro, tampoco podía dejarlo con su dolor. Así que le abracé y le prometí que no desaparecería, que me tendría para lo que quisiera.

Durante los días posteriores estuvimos bien. Éramos muy amigos a la espera del momento adecuado para empezar lo que nuestros corazones nos suplicaban. Dos almas atormentadas en mitad de una devastadora tormenta de horror. Sólo juntos nos sentíamos a salvo. De vez en cuando me contaba que le venían bajones que no podía controlar y la idea de suicidarse volvía a rondar su cabeza. Pero al volver conmigo se le pasaba.

Año nuevo, relación nueva

Llegó noche vieja y yo le pedí que viniera a tomarse las uvas conmigo. Él me dijo que tenía planes. Había quedado con su familia para cenar y después con sus amigos. Traté de profundizar más, preguntándole que clase de amigos y me dijo del círculo cercano a su ex novia. Era gente metida en el mundo de la droga, que le iban a pasar y tendría una noche de maravilla. Yo traté por todos los medios de convencerle que se viniera conmigo. Si se fuera con ellos se drogaría y tal vez volviera de nuevo con su ex sólo para darle dinero y recibir otra patada que lo hundiera más en la mierda. Tuve que decirle que conseguiría coca para convencerlo. En menudo lío me había metido. Ninguno de mis amigos pasaba y yo tenía que conseguir para esa misma noche. Pero al final un amigo de un amigo me la consiguió, creo que fue un cuarto de gramo, en una bolsita, por 20 euros. Y cuando lo tenía en las manos me entró un nerviosismo porque si me pillaba la policía con algo así me pondrían una multa o algo peor. Así que me lo guarde en las tetas y empecé a sudar, en pleno invierno.

Me vino a recoger en su coche. Nos fuimos a un descampado a escuchar campanadas por la radio y tomarnos las uvas. Pero… en vez de tomarnos las uvas, nos estuvimos enrollando por primera vez, mientras duraron las doce campanadas. Fue una sensación brutal. Era como empezar el año de la forma mas maravillosa posible. Me sentí deseada, respetada, feliz… todas las sensaciones positivas posibles. Le besé y lo besé, y cuando terminaron nos dimos un largo abrazo. Hablamos durante toda la noche si salimos o no salimos. Al final acordamos que sí, pero me dijo que no podríamos follar hasta unos meses, por si salía algo mal. Y llegó el momento fatídico. Me pidió la bolsita de polvos. Me dijo que estaba emparanollado aún por lo de su ex y que si se esnifaba un poco se le olvidarían todos los problemas y sería del todo feliz. A lo que yo le dije que si no tenía bastante conmigo. Me prometió que sólo tomaría en ocasiones especiales. Dos o tres veces al año no le haría daño. Lo acepté pero si lo nuestro llegaba a cuajar, debía dejarlo por completo. Así quedamos. Y cuando se hizo las rayas y con el carnet de identidad lo respiró por la nariz, las tripas se me revolvieron. ¡Que asco! Pero después se tumbó a mi lado, en los asientos de atrás y me confesó que estaba por primera vez en mucho tiempo tranquilo. Nos tiramos toda la noche besándonos y acariciándonos. Por fin estaba en paz y quería que ese momento no terminase nunca. También me confesó que cuando mejor se lo había pasado en su vida, era cuando se esnifaba una raya y follaba después. La droga le hacía relajarse y olvidarse de todo, y el sexo le metía en un mundo de placer intensificado. Le intenté meter mano para calentarlo y llevarlo a ese mundo, pero aun estando en ese estado, me paró. Me dijo que ya estaba feliz de estar abrazado a mí y no necesitaba llegar más lejos. Por unos momentos me sentí rechazada, pero luego pensé que sería lo mejor después de tantos problemas de los que me había enterado. Al final conseguí hacerle una pajilla y al sentir su placer, me sentí completa.

Al día siguiente, hablando por el Messenger, me contó que volvía a acordarse de su ex. Que estaba llorando y que no sabía que hacer. Fui a buscarlo con unos amigos y en cuanto nos vimos nos besamos y volvió a estar todo bien. Salimos de fiesta por su ciudad y pasamos una noche agradable. Pero cada vez que nos separamos volvían sus dudas y sus inquietudes. Y dentro de mí creció una inseguridad que me hacía asfixiarme cada vez que no sabía nada de él.

Año nuevo, relación nueva

Así llegó el día de Reyes. Esa noche habíamos dicho de ir a comprar regalos a un centro comercial con otra pareja que también tenía coche y luego fuimos al campo del amigo a ver una película. Él me compró un vestido de 200 euros y yo unas zapatillas deportivas, que no me dejó pagar. Pasamos un día de lo más agradable. Pero en mitad de la película le mandaron un mensaje al móvil diciendo que había muerto un amigo suyo. Entonces le entró un monumental bajón. Se tomó unas pastillas que llevaba en el bolsillo y se quedó grogui. Las pastillas eran «por si se intentaba suicidar» y le dejaron atontado. Cuando la otra pareja terminó de ver la película preguntaron que qué íbamos a hacer. Yo le dije que mi novio no se encontraba bien y que me iba a quedar con él. Así que se marcharon y nos quedamos los dos solos. Estuve toda la noche abrazándolo e infundiéndole ánimos. Pero no había manera. No paraba de repetir «¿por qué él y no yo?», que era muy feliz y se iba a casar. Aún estando medio durmiendo, la fatídica idea regresó a él, pero claro, con la pastilla que se había tomado no podía hacer nada.

Cuando era ya de día, me llamó mi familia muy preocupada. Le dije que estaba lejos y no podía llegar a casa. Que estaba esperando el autobús. Pero resulta que el chico escuchó la conversación y me dijo que me llevaba a casa, que no quería que me riñeran. Yo le insistí que en su estado no podía coger el coche y que había puesto la excusa de que estaba esperando el autobús. Pero no hubo manera y me obligó a retirarnos. Me dejó en mi casa y se fue para la suya.

Al subir a mi casa, después de la bronca de mis padres y acostarme, recibí varios mensajes al móvil. Primero me decía que sólo causaba problemas y que estaba mejor muerto. Luego me dice que no puede más y que va a parar el coche para dormir la mona. Pero después me dice que no para, que va a seguir y si se estrella y se mata mejor, así dejaba de sufrir. No quería llamarlo porque sabía que podría distraerlo y provocar yo misma el accidente, por lo que decidí esperarme un rato. Al ver que no me decía que había llegado bien, empecé a preocuparme y a llamarlo, pero no me lo cogía. Ya me temía lo peor y lo llamaba como una loca, pero nada. Muy nerviosa me conecté a Internet donde localicé a uno de sus amigos y le pregunté su teléfono fijo para poder llamar a su casa y preguntar si había llegado bien. Finalmente pude llamar y me respondió su madre diciéndome que estaba durmiendo. Se me quitó un peso de encima, pero la mala noche que había pasado llorando y todo, no la olvidaría nunca.

Al día siguiente fui a verlo con un amigo y me enfadé mucho por no haberme avisado al llegar a su casa. A lo que me dijo que no se acordó. Encima se enfadó por haber alertado a sus amigos. No sé que otra cosa iba a hacer. Ya en ese momento lo sentía como una carga. Estar con él suponía estar siempre preocupada. Pero no se me pasaba por la cabeza dejarlo. Lo quería con locura y tenía la fuerte necesidad de sacarlo adelante.

Durante los días siguientes estuvimos bien, dentro de lo que cabía. Al estar juntos estábamos de maravilla y al separarnos, crecía en mi la inquietud y la preocupación. Sus palabras por el Messenger ayudaban a sentirme mal. Pero también hablamos de meternos a vivir juntos. El piso que había preparado con su ex, era todo suyo, porque era él, el que tenía el dinero. Y juntos podríamos irnos allí a vivir. A pesar de todo lo malo que me estaba haciendo pasar, me hacía sentir esperanzada. Veía luz al final del túnel. Podíamos ser felices y no habría dudas, ya que nos tiraríamos todo el día juntos y no le dejaría caer. De verdad estaba ilusionada.

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Pero entonces ocurrió lo que me temía. Su ex le pidió de volver. Tal vez le hacía falta más dinero. Me dijo que no le había dicho que sí, porque estaba conmigo, pero que estaba confuso y se lo tenía que pensar. Por lo cuál, me dejó. Me quedé destrozada, pero no flaqueé. Le dije que si quería volver de verdad, que volviese con ella porque era la vida por la que se moría por tener, pero que se asegurara antes. Al principio nos hicimos amigos, y a pesar de mi dolor, nos llevábamos bien. Yo como amiga le insistía en que llevase cuidado con ella, por si le volvía a dejar. Que ya lo había pasado muy mal y no podía volver a caer. Me dijo que esta vez era diferente. Que no le había dejado por ella, sino por las familias porque por ambas partes querían que lo dejaran. Pero que había decidido enfrentarse a ellos y eso él lo veía como un gran gesto. Al poco empezaron a salir. Yo seguía esperando mi oportunidad, pero al ver que lo suyo iba en serio y no había nada que pudiera hacer, me metía al chat a conocer mas chicos. Le dije que me había hecho el ánimo y estaba decidida a conocer a otros chicos. Eso resultó fatal. Tal vez sólo necesitase una excusa para mandarme a la mierda porque su pareja así lo quería al enterarse de lo ocurrido entre los dos. Me dijo que no lo querría tanto como decía cuando ya estaba buscando otro tío que me calentase la falda. Yo le dije que si de verdad estaba a gusto, que fuera feliz con él y que nosotros éramos sólo amigos, que yo podía hacer con mi vida lo que quisiera. Pero no hubo manera. Me borró del Messenger y desde entonces ya no volvió a dirigirme la palabra.

Más tarde hablé con el amigo que me pasó su teléfono fijo y me dijo que se habían casado y vivían juntos. Yo me alegré por él, pero me sentí fatal porque después de ayudarle como lo había ayudado, (me llegó a decir que estaba vivo gracias a mí y yo así lo sentía también), no quiso saber nada de mí y me habría gustado ir a su boda y después habernos juntado con nuestras respectivas parejas. Pero en fin, si hizo eso conmigo sería porque no merecía la pena que hubiese dedicado mi tiempo y mi dolor a él, y ya había hecho más de lo que debería.

A pesar de todo, al recordarlo me siento bien. Y no deseo el mal a nadie. Al contrario, que sea feliz todo lo que pueda. No le reprocho nada, porque no soy rencorosa. Sólo sé que en algún lugar hay una pareja feliz gracias a mí y eso me reconforta. Yo también seré feliz con mi pareja durante mi vida.

Tardé un tiempo en volver a tener algo. En esta ocasión fueron dos amigos… y muchos besos.

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