Ester y yo nos besábamos apasionadamente con nuestros rolletes. Ya era de noche y, aunque estábamos fuera del coche, en el descampado nadie nos veía. Además, ni yo me fijaba en lo que hacía Ester y ella se fijaba en lo que hacía yo. Podíamos desmelenarnos sin preocuparnos del qué dirá la amiga.
Tenía la polla de mi chico en la mano. Me encantó el contacto, fue puro éxtasis. Su piel suave y calentita me encantó. Le puse, como pude, el condón que le dio su amigo. Nunca había puesto un condón con la boca, pero me dio morbo probarlo. Lo metí un poco, aguanté la punta con la boca y seguí colocándoselo con la mano, como si fuera una paja. No me gustó el sabor a goma. Tal vez si hubiera sido un condón con sabor, tal vez sí. Pero tenía que conformarme con lo que tenía. Y siempre pensé que las mamadas se hacían a pelo. Con el preservativo puesto no llegué a sentir la excitación del chico en mi boca. Sólo notaba que se movía, pero fue suficiente para preparar la polla al polvo que estaba a punto de echarme. Mi amiga seguía a lo suyo. Ellos iban más despacio: El otro chico le besaba en el cuello mientras ella se acariciaba los pechos aun con la ropa puesta. Se subió un poco la blusa para dejar sus tetas al aire. No llevaba sujetador. “Menuda guarra” pensé. Pero no importaba: Yo era peor. Lo que sí me di cuenta fue que verla haciendo eso a mi lado me ponía mucho más cachonda. Me excitó verla a ella cachonda, ver a su chico entregado y la situación en sí. Y más pensar que habían dos personas viéndome en acción…
El chico, antes de follarme, me bajó de un estirón la falda. Apretándome de la nalga, me acercó hacia él para acercar mi vagina a su boca. Casi sin esperármelo noté como me absorbía la ingle. Me entró otro subidón de excitación. Hasta recuerdo que gemí. Le correspondí con un beso fugaz… pero muy húmedo. Un hilo de baba unió nuestros labios, pero al separarnos calló sobre un pecho. Noté la humedad y, esa ligera sensación, también me hizo sentir aun más deseo. No podía aguantar más y me eché hacia atrás, me senté en los asientos de atrás del coche y mirándolo con mi mirada más picante, le dejé ver mi coño húmedo. Chorreaban los flujos vaginales. El chico aceptó mi proposición y se levantó para hundir su miembro dentro de mí. Tenía la polla ni muy grande ni muy pequeña. Lo justo para darme placer y no hacerme daño si no era demasiado brusco. Con la primera embestida solté un grito de gusto y de sorpresa. El chico se detuvo, pensando que me hacía daño, pero enseguida lo abracé y lo empujé hacia mí, indicándole que continuara. Así empezó a follarme. Primero lentamente, pero constante e incesante. Cuando me vio estremecer entre sus brazos aumentó el ritmo consiguiendo que mis sensaciones se multiplicaran. Yo disfrutaba tanto que no podía cerrar mi boca ni dejar de emitir sonoros gemidos. De refilón vi a Ester que estaba apoyada en el asiento de mi lado, con el culo al aire fuera del coche. Su chico estaba de pie fuera, agarrándola del trasero y dándole duro. Agarré a mi amiga de la cara y le di un beso que ella me correspondió. Mi semental se quedó fascinado, pero le gustó, porque noté como aun me folló con más fuerza. Apenas duró unos minutos más, porque al poco empecé a notar las últimas embestidas fuertes y desgarradoras. Durante el polvo me corrí una vez, pero cuando el chico terminó aun tenía ganas de correrme otra vez. Me tuve que terminar con un dedo, mientras miraba como Ester terminaba. La miré fijamente, con deseo y me toqué. Ella se dio cuenta y se acarició los pechos para regarme una visión aun más morbosa. Llegué inmediatamente al orgasmo. Tanto me gustó que me sentí como en una nube y le volví a dar otro beso.
Tras el doble polvo en el coche los chicos nos dejaron en nuestra casa. Curiosamente de nuestros impulsos lésbicos no comentaron nada. Es más, parecía que les molestaba a su orgullo de sementales. No podían aceptar que la chica que se habían tirado también pudiera sentir atracción por otra chica. Sin embargo Ester y yo estábamos deseando comentarlo. No dijimos nada, por respeto a los chicos, pero nos cruzamos miraditas de deseo. Nos dimos la mano todo el camino. Muy pronto tendríamos un encuentro las dos a solas…
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