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Dos amigas cachondas

Dos amigas cachondas

Nos fuimos al descampado en el coche, donde hicimos un mini botellón. Salimos fuera, porque hacía ya calor y nos sentamos sobre el capó. Estuvimos bebiendo y riendo hasta que la cosa se empezó a poner calentita… Dos amigas cachondas.

Estábamos los cuatro, tomando unas birras y hablando sobre nosotros cuando el chico que había quedado conmigo se me acercaba disimuladamente. Yo, como tenía pensado tirármelo, se lo permití. El otro chico también se acercaba a Estar. Como vieron que a ambas no nos molestaba que tontearan con nosotras, entonces los dos a la vez nos dieron un beso. Fue algo tímido al principio, un roce de labios, pero de los dos a la vez, como si lo tuvieran hablado. Al ver que nosotras sonreíamos pasaron de los besitos a los morreos y de los morreos a los manoseos. Me gustó mucho como el chico que me tocó jugaba con su lengua en mi boca. Fue algo dulce y morboso a la vez. Al mismo tiempo su mano rozaba mi trasero, lo acarició con suavidad, pero después hundió un dedo en mi culo con el pantalón puesto. Me calenté mucho y le acaricié el torso sensualmente. Y, tras eso, enseguida noté que las braguitas se me humedecían.

Dos amigas cachondas

Levanté la cabeza y vi a Ester con los ojos cerrados, completamente entregada, mientras el otro chico la sobaba por donde le apetecía. Pasó de las tetas al culo y del culo al coño. Ella no se molestó lo más mínimo, al contrario, le excitaban y se dejaba llevar. Ver esa escena me hizo calentarme aun más. Me apreté las piernas para sentir aun más. Pero no pude aguantar un segundo más y le agarré la polla por encima del pantalón. Le froté la zona de la bragueta, casi con desesperación y restregué todo mi cuerpo. No pude evitar echar una mirada a Estar. Me dio vergüenza que ella me viera en plan guarro. Pero me di cuenta que ella no se fijaba en mí, seguía con los ojos cerrados tratando de exprimir el placer al límite. El chico le besa el cuello, le agarraba las tetas y le rozaba la polla, aun sin sacar, en la pierna. Ella tenía minifalda y probablemente notaría el bulto calentito en su muslo. La noche era un pelín fresca, pero con el calentón que llevábamos ni nos dimos cuenta.

Dos amigas cachondas

Entonces me animé a sacarle la polla a mi chico y empezar a masturbarlo. Seguíamos besándonos como locos, luchando por respirar entre los apasionados besos. Sentí como el calor me ardía por dentro. Tenía ganas de satisfacer ese escozor que me retorcía las entrañas, ese escozor que empezaba en mi vagina y terminaba en lo más profundo de mí. Le dije que se pusiera condón, pero no llevaba. Por suerte su amigo sí. Mientras el otro chico se sacaba la cartera, vi a Ester mirándome, pero con la mirada perdida. No me juzgaba. No le impresionaría lo que iba a hacer. Estaba esperando a que su chico me diera el condón para volver a tirarse a su cuello. Seguramente ella también mojaría esa noche. Era impresionante el calentón que teníamos lados… Éramos dos amigas cachondas.

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