
El autobús urbano me dejó por el centro, donde alquilé una pensión. Dejé allí todas mis pertenencias. El cielo pintaba oscuro, podría caer una buena. Así que me cogí un bolso con lo esencial para pasar la noche y me fui preguntando por el hotel donde se quedaba mi amigo. Así fue el folleteo final en Benidorm.
De camino me pilló la tormenta. Aunque iba buscando los tejados, acabé empapada. Lo llamé para decirle que me esperara fuera, ya que estaba mojada y no me atrevía entrar así en su hotel. Enseguida me vino a buscar y me llevó a su habitación. Había venido con sus padres, pero estaba solo en la habitación. En un principio no me dio tan buena impresión como en las fotos que me había mandado por el Messenger. Tenía un mostacho en el bigote y parecía demasiado enclenque. Además, me había dicho que tenía 21 años, cuando tenía sólo 17, 3 años menos que yo. Aun así, después de todo el sacrificio que había hecho por verlo, decidí entregarme ya que sólo sería una noche y la alternativa era irme con la lluvia a dormir a la pensión.
Quería seguir con el polvo final. Cuando saqué un condón para colocárselo, la tenía agachada. Cuando se corrió perdió todo el deseo y tenía que reanimarla. Intenté besarlo pero se apartó la boca. Le daba asco que lo besara después de haberse corrido en mi boca. Eso me sentó mal porque si lo había hecho había sido por él. Discutimos durante unos minutos. Estuvimos una media hora sin hacer nada, hasta que volvió a mí pidiéndome perdón. Nos volvimos a besar apasionadamente y mi mano fue hacia su pene. Empecé a masturbarlo hasta que volvió a ponerse a tope. Esta vez sí le pude poner el condón. Se la agarré desde la base y me senté encima. Salté y salté sobre él, mientras me cogía de las tetas y me daba besos en el cuello desde atrás. Me puse cachonda y grité como una puta. Pero tuvimos que parar porque me dijo que había apoyado todo mi peso sobre una pierna suya y no podía aguantar más en esa postura. Así que cambiamos. Esta vez me puse yo debajo, y él se tumbó encima. No se sabía mover muy bien y encima, se le salía. Me hizo confirmar mi idea sobre que los jóvenes no tienen la experiencia necesaria para que yo pueda pasarlo tan bien como quisiera.
Tuve que terminar haciéndole una paja mientras nos enrollábamos. Me pidió perdón por haberme mentido y por no haber conseguido echarme un polvo como dios manda. Aun así me volví contenta, porque por momentos lo había pasado especialmente bien. Cabalgando sobre él, me sentí en la gloria, y sobretodo, enseñándole a comportarse con una chica en situaciones íntimas.
Cuando llegué a casa, con éste chico y con el retrasado, volví a hablar un par de veces, pero ya no era lo mismo y finalmente perdimos el contacto. Así fue el folleteo final de Benidorm.
Varios meses después tuve una buena borrachera y ligue.
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Siempre he sentido pasión por el erotismo. Pero no de una forma vulgar, sino desde la sensualidad y el deseo del buen arte. Y por eso hablo de todo ello en mis artículos. También cuento mis experiencias sexuales en Secretos íntimos.