Saltar al contenido
Login | Registro | Ayuda |

Mi amiga lesbiana

Mi amiga lesbiana

Tuvimos una loca fantasía. 2 amigas, una de ellas lesbiana, quería más y yo me dejaba llevar. Nuestra pasión se fusionó, hacia el sexo contrario y hubo mucho morbo… Fue una aventura diferente, con mi amiga lesbiana.

Ya pasando el otoño conocí a una chica en el chat de Terra. No es que entrara a una sala de lesbianas, ni mucho menos, estaba en la de mi zona, y simplemente una chica me habló. En un principio no pensé que fuera «diferente», parecía una chica más, muy simpática eso sí. Hablamos de muchos temas y en todos coincidíamos y nos lo pasábamos bien conversando. Nos fuimos haciendo amigas de verdad, porque del chat nos pasamos al Messenger, y del messenger al teléfono, y del teléfono a la correspondencia con papel y boli.

Debo confesar que me gustaba escribir cartas con gente de toda España. Normalmente lo hacía con chicos, como fue el caso del que conocí el verano que dejaba atrás, en Almería. La correspondencia postal consistía en una forma diferente de conocer. Muchas veces esperaba ansiosa al cartero. En el caso de esta chica no fue diferente. Teníamos una conexión especial. Me sentía cómoda hablando con ella, aún sabiendo que era lesbiana y se había fijado en mí. Incluso tocamos temas delicados como el sexo. La relación se fue estrechando hasta el punto de llamarnos en todo momento y tirarnos horas. No llegamos a conocernos en persona porque estábamos a una distancia considerable, pero soñábamos con el día de nuestro reencuentro. Y digo reencuentro porque éramos almas gemelas, dos faros en mitad de la oscuridad, dos mitades que se vieron obligadas a separarse cuando la naturaleza nos hizo despertar en cuerpos diferentes. Así lo sentíamos y así lo decíamos.

Una noche me propuso llamarme cuando estuviésemos acostadas. Lo vi raro, pero al llevarnos tan bien no supe decirle que no. Entre las sábanas nos susurramos llegando irremediablemente al tema del sexo, como tantas otras veces. En esta ocasión me propuso contarnos nuestras fantasías y tocarnos. Yo en ese momento no reparé que le gustasen las chicas, sólo me dejé llevar y empecé a sentir excitación. Ella me contó que a pesar de su preferencia sexual tenía muchas ganas de hacer una mamada. Me sentí cómplice totalmente. Yo también sentía deseos por probar el sexo oral. Hasta este momento mi vida sexual había tenido escenas subidas de tono, pero jamás había llegado tan lejos. Se lo conté todo al detalle, tanto mis deseos, como mis intenciones de llevarlos a cabo. Fue algo genial. Contar mis extrañas ideas me liberó, porque supe que no era la única que así lo deseaba. Pero la conversación no paró ahí, seguimos hablando largo rato confesándonos, mientras la excitación iba a más. Ella me dijo que había estado con chicas, pero que sólo había llegado a los besos. Yo le conté todas mis experiencias. No me sentía atraída por ella, sino por lo que me contaba y por lo que estaba descubriendo de mí. En ese momento supe que me excitaba saber y sentir como extraños curioseaban mis intimidades. Todavía era un deseo oculto, al que había que desnudar, pero poco a poco se fueron forjando nuevas emociones en mí.

Mi amiga lesbiana

Tocándome imaginé a mi amiga acariciando un pene, notando su calor, sintiendo el placer. Me vi a mí misma haciendo lo mismo. Deseaba hacerlo. Tenía una curiosidad arrastrada desde hacía más de un año, me moría por probarlo, pero siempre había retrasado el momento. Y sentí que no podía esperar. Al mismo instante, como si mi amiga me leyera el pensamiento, me lo comentó. Las conexiones se dispararon y en el éxtasis de la masturbación nos propusimos hacer juntas una mamada antes de fin de año.

Al día siguiente, y al pensarlo detenidamente, a todas luces parecía una locura. Hacer sexo oral sin tener pareja estable suponía conocer a un chico adecuado y proponérselo, con el consiguiente riesgo de que dijera que no o que quisiera llegar más lejos. O peor aún: que no le importase nada y me pusiera fama de guarra. Sea como sea temblaba de pensarlo, sin embargo, al estar ambas metidas hasta el cuello, me dio fuerzas para llevarlo a cabo. En fin, una promesa era una promesa, y ella se encontraría en peor situación que yo, debido a su orientación sexual.

Pasaron los días y los meses, y no encontraba ninguna oportunidad. Con los chicos seguía estando a cero. Tenía muchos amigos en el Messenger, del chat, algunos de las cartas, otros conocidos, pero no me decidía por ninguno y el tiempo pasaba. Mi amiga tampoco hacía muchos progresos. Su atención se centraba en las chicas y su fantasía, se veía bloqueada por la imposibilidad de acercarse a un chico. Sufría, al igual que yo, una tremenda vergüenza. En su caso no era porque le gustasen, como era obvio que no, era justo por lo contrario. Al no sentirse atraída por ellos, no podía intentar ligar.

Mi amiga lesbiana

En otra noche de pasión nos propusimos hacerlo la noche de fin de año, con unas copas de más. Tal vez el alcohol nos diera el empujón que necesitábamos. También nos propusimos quedar otra noche y ayudarnos a ligar mutuamente. La idea era que como yo tenía que acercarme a un chico para mi amiga, no me daría tanto corte, y viceversa. Y otra cosa que me propuso, a la que le dije que sí y después me dio muchos quebraderos de cabeza, fue que ambas con ambos ligues, nos lo llevásemos a una habitación de hotel compartida, y allí hiciésemos juegos eróticos hasta acabar donde teníamos que acabar. Tengo que reconocer que lo del juego erótico me picó la curiosidad, pero me asustó la idea de que mi amiga quisiera aprovechar para «tontear» conmigo. No le dije nada, no quise alarmarla. Pero realmente esa noche la conexión empezó a romperse. Hasta ese momento no había sentido rechazo por nada que ella había hecho o dicho, incluso después de habernos masturbado juntas. Pensé que no repercutiría en nuestra relación e intenté olvidarlo.

Unos días antes de noche vieja quedamos para conocernos. Era el día de su cumpleaños y quise hacerla feliz en todo lo posible. Pasamos un día de fábula. Hablamos de todo menos de sexo y me reí más que en el resto de mi vida. Y no es por exagerar, porque realmente era muy graciosa y estaba a gusto con ella. Me abrazaba y me cogía de la mano para pasear por la calle. Hasta me pidió que le diera un masaje, a lo que accedí encantada. Debimos parecer una pareja de lesbianas. Paseando entramos en una tienda de lencería, donde compré un par de tangas, uno para cada una. Estábamos tan unidas que el regalo que debía hacerle por su cumpleaños debía de ser una copia de algo mío, y compré dos iguales. Aún así no tocamos el tema del sexo y el día acabo entre más risas. La única sombra que hubo fue que me sugirió que el mejor regalo que podía tener sería el de besarnos.

Mi amiga lesbiana

En los días posteriores me declaró su amor. Un amor profundo y sincero que no esperaba ser correspondido. Me lo dijo porque estaba tan enganchada a mí, y sentía todo lo que sentía, que llevarlo en secreto la devoraba por dentro. Yo me dije que no me importaba, que eso no afectaría nuestra amistad. Pero poco a poco me fui despegando, casi inconscientemente. Cuando me llamaba empecé a fingir entusiasmo por hablar con ella. Hasta que finalmente, en otra noche apasionada que quiso tener, me sacó que me daba morbo que me metieran mano, sea chico o chica. Esto me causó el rechazo definitivo. Sentí que quería aprovecharse de mí gracias a la confianza que sentíamos. Cuando volvió a llamarme le dije que lo había pensado mejor y que no quería seguir siendo su amiga. Le dije que no estaba así de salía y que era ella quien me lo estaba sacando todo. Llegué a tener miedo por lo que me pudiera llegar a gustar y quise pararlo en seco.

La relación con mi amiga lesbiana quedó ahí, pero no se me olvida lo que ocurrió la noche de fin de año. Fue una de las experiencias sexuales más intensas de mi vida. Ella no llegó a hacer nada… pero yo sí. Su promesa rota fue otra de las cosas que me llevó a tomar una decisión tan drástica. Ahora me lamento porque sé que con ella habría disfrutado y descubierto nuevas sensaciones, pero es la decisión que consideré correcta.

Anterior | Secretos íntimos | Siguiente

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Comentarios (4)

Si no te sientes a gusto con alguien mejor romper que fingir.Yo en tu lugar habría hecho lo mismo .Un abrazo.

Responder

Claro. Y gracias.

Responder

La verdad. A mi. Me encanta ver a una mujer masturbase ahora a dos acariciándose besándose me pone a mil tengo experiencias ke contar alguna chica le gute escucharlas con gusto

Responder

bien hecho.

Responder