Por el chat conocí muchos chicos, pero uno de ellos resultó ser especial. Vivía lejos de mí, por lo que mantuvimos una intensa relación a distancia. Es por eso que no llegamos a ser novios serios, pero sí fue mi primer medio novio.
Llevaba tiempo conectándome al chat y conociendo chicos sólo por Messenger. A algunos le ponía la cam y a otros no. Flirteando con alguno a veces enseñaba el escote, pero rara vez llegaba a más. Estuve así bastante tiempo, hasta que empecé a quedar, con 17 años. Conocí a un chico de 19 que era una maravilla. Amable, educado, romántico… Físicamente tampoco era un cañón, pero me valía. Vivía lejos y no podíamos quedar. Estuvimos así varios meses hasta que un día se decidió venir a conocerme. Fue el primero con el que quedé, después de conocerlo por chat. Pero no tenía miedo, todo lo contrario. Me moría de ganas de quedar con él. Cuando lo pensaba me recorría un gusanillo por el estómago. ¿Estaba enamorada? Pudiera ser. Nunca había sentido eso y estaba contentísima.
Quedamos en un parque de mi ciudad, él, una amiga (por si las moscas) y yo. El chico llegó elegantísimo: llevaba unos vaqueros ajustados y una camisa gris. Se me hacía la boca agua. Lo primero que hizo fue recitarme varias poesías. No necesitaba más. Caí rendida a sus píes. Nos enrollamos directamente. Mi amiga miraba para otro lado, con una sonrisa en los labios. Estaba emocionada. Parecía el chico perfecto. Además, me pidió de salir, a lo que le dije que sí. El problema principal era la distancia. Podría venir una vez al mes como mucho. Pensé que podría llevarlo hablando por Internet, mientras esperaba sus visitas.
Cuando se marchó ese día no podía parar de llorar. Me había colmado de regalos. Me había susurrado poesías. Me había dado besos vibrantes. Mi amiga se moría de envidia. ¡No quería que se fuera! Le abracé y le besé hasta el último momento… y se fue.
Estuvimos varios días hablando por Messenger. Poníamos la cam y nos decíamos cuánto nos echábamos de menos. Pero el dolor de su ausencia me podía. No podía llevar una relación ha distancia por mucho que fuera el príncipe de mis sueños. Total que me armé de valor y le dejé. Él me insistió y me suplicó, me prometió que vendría dos veces al mes y me llamaría a toda hora. Pero la decisión estaba tomada y no podía pasar un día más esperando a que volviera. No podía. Tenía que superar aquello y echar hacia delante. Y eso es lo que hice, aunque debo reconocer que me costó una eternidad y mucho sufrimiento. Estuve varios meses mal, pero poco a poco me fui reponiendo. Hasta que continué con mi vida sexual en Almería, con un ligue de verano.