Estaba completamente entregada a un hombre maduro, barrigudo y asqueroso. Aunque lo hacía en un principio por dinero, debo reconocer que me puse tan cachonda que no me habría importado que al final no me pagara. Disfruté… como una perra.
Tenía una mano en mi entrepierna y notó todo lo húmeda que estaba. Yo no le aparté, es más: cerré los ojos y suspiré de gusto. Su dedo se hundía en mi vagina y, aun con brusquedad, sentí más excitación incluso. No me importó sentir un poco de dolor, estaba disfrutando mucho. Y entonces quiso levantarme para follarme. Quería que me sentara sobre él, quería desgarrarme el coño como la perra en la que me estaba convirtiendo para él. Levanté el trasero y su mano pasó con desesperación por todas mis zonas íntimas de abajo. Fue un éxtasis de sensaciones. Mi culo palpitaba de excitación, deseando ser penetrado como si fuera el mismo coño. Respiré agitadamente, aguantado los gemidos. Me daba vergüenza que se diera cuenta de que estaba así.
Me bajé las bragas y me levanté la minifalda. Lo necesario para poder sentarme sobre su verga y dejar que me penetrara. Pero fue un poco caótico porque teníamos poco espacio en el coche y nos molestaba todo. Incluso parecía que había poco ángulo para que me pudiera penetrar. Me clavó la polla en las nalgas, en las piernas, en la espalda… Sin embargo ese roce, lejos de provocarme dolor, me excitó aun más. Él agarró su polla y la hundió despacio en mi vagina, tratando de no dañarme como si se tratara de mi culo. No tenía condón puesto y entonces me acordé del enfado que cogió Víctor cuando se enteró de que lo hice sin condón, y me paré. Le pedí que se pusiera preservativo. El hombre primero se enfadó, porque le gustaba más hacerlo a pelo, pero finalmente cedió y se puso una gomita que sacó de su cartera. Ahora, con el condón puesto, la polla entró con más suavidad. Y lancé un gemido de gusto que acompañó el hombre con una sonrisa. Estaba sentada de cara a él y botaba sobre sus piernas. Cada vez que bajaba notaba como se hundía la polla hasta el fondo, dándome un gusto tremendo y al levantarme tenía unas ganas tremendas de volver a estar llena. Así estuvimos un buen rato en el que no dejé de jadear loca de gusto.
Poco a poco las embestidas iban siendo cada vez más fuertes. Cada vez sentía la verga más dentro de mí y mis gritos eran más sonoros. Lo abracé, casi temblando, sintiendo como estaba a punto de correrse. Los últimos empujones fueron muy bruscos, pero no me importaba porque yo también estaba a punto de llegar al clímax. Mis jadeos ya eran gritos descompasados. No me hizo falta ni acariciarme el clítoris para sentir todo el placer. Me retorcía en esos instantes donde mi cuerpo experimentaba la felicidad extrema. Y después me quedé relajada, en sus brazos, como si fuera una niña pequeña arropada por los padres. Quedamos para la semana siguiente, me dio los 50 Euros y me dejó en casa.
Como aun era pronto fui corriendo al ordenador para contarle mi experiencia a Víctor. Le conté todo lo que había hecho y lo que había sentido. Víctor se mostró muy contento porque había disfrutado, lo había hecho con seguridad y había ganado 50 Euros. Entonces me dijo que con los 30 Euros que había ganado la semana pasada ya tenía 80 Euros y podía comprarme un móvil nuevo. Así era. Tenía ya los 80 Euros juntos en el cajón. El lunes iría a la tienda y miraría móviles. Pero entonces Víctor me comentó que tenía un amigo que vendía un iPhone de segunda mano que era perfecto para mí porque iba perfecto con Internet pero no recibía cobertura. Cuando yo pasara mi móvil a los chicos, muchos me llamarían y podrían molestarme, pero al no tener cobertura les saldría apagado. En cambio yo podría chatear con ellos siempre que quisiera, sin necesidad de estar conectada en el ordenador. Me pareció buena idea y acepté.
Anterior experiencia | Diario con Alma | Siguiente experiencia