Comenzó de nuevo el instituto y me trasladaron a otra clase nueva para ver si me iba mejor. Seguía sin encontrar mi sitio, pero lo peor de todo era que por mi culpa y no lo quería aceptar… y cada vez era peor.
En clase de apoyo la gente seguía siendo la misma y las materias eran más difíciles. No me acuerdo como empezó todo, lo único que recuerdo es que yo dije que sabía adivinar el futuro; la gente curiosa se acercó a mí y dije que íbamos a morir todos en diciembre.
Lo conté tan segura de si misma que la gente le dio miedo incluso dos o tres chicas comenzaron a llorar y los chicos ponían cruces en la pizarra y yo por dentro me partía.
El que me hicieran caso todo el mundo me hacía mas poderosa y con ese poder envolvía mi odio y mi furia y lo pagaba con los demás por haber sido rechazada tantas veces sin yo hacer nada. Así que utilizaba mi única arma “la mentira”.
En clase de apoyo me mantenía al margen el profesor. Me llevaba a raya y me vigilaba con mas frecuencia, en el recreo me acerqué a Azucena y le dije de repente.
Yo: ¿Te vienes a dar una vuelta?
Azucena: Vale.
Nos hicimos súper amigas. Íbamos todos los días juntas. Ella era gitana y mis padres me dejaron juntarme con ella por que era buena persona y su padre era amiga del mío. El único inconveniente es que no me dejaban ir a su barrio, donde hay mucha delincuencia. Ella no lo entendía, decía que eran gente como los demás que no habían hecho daño a nadie y que cada uno iba a su bola sin molestar a los demás.
La primera vez que fui a su barrio (antes de prohibírmelo mis padres) me dio miedo por que siempre de pequeña había oído hablar que iban con navajas, que te robaban etc… Cuando entré miraba al suelo, había un pequeño parquecillo y habían muchas niñas jugando, luego en cada esquina estaban las chicos fumándose sus porros y los cigarros me miraban pensando en quien seria yo.
Las puertas estaban rotas y los timbres rayados me presentó a sus primos y después nos fuimos.
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