En esta ocasión os voy a contar la primera vez en la que casi me lanzo. Ocurrió una noche en fiestas y digo casi porque estaba dispuesta a hacer mucho más de lo que hice. De hecho, lo venía pensando hacer desde hacía mucho tiempo. Y bueno, algo sí hice…
Una vez estaba con mis amigas en un pub. Eran las fiestas locales y habíamos bebido unas copas de más. Aunque tenía 16 años, las chicas siempre aparentamos más, y los camareros rara vez pedían el carnet. Poco a poco se fue haciendo tarde y muchas amigas se retiraron. Sobre las 6 de la mañana estábamos una amiga y yo, y habían un par de chicos que nos observaban largo rato. Uno de ellos se fue, y el otro se acercó y nos propuso de invitarnos a tomar algo. La verdad era que me sacaba unos cuantos años y no era ningún «chollo». Tendría unos 33 años y era mas bien regordete. Sin embargo, era una de las pocas veces que me entraba alguien, y gracias a tener un puntillo de alegría por el alcohol, decidí aprovechar la oportunidad. La amiga que me acompañaba se sintió incomoda y decidió marcharse en cuanto vio que el chico estaba intentando ligar con las dos. Una vez me quedé a solas con mi ligue, me dejé llevar, bailando un poco y haciendo sonrisas cuando él intentaba rozarme.
Una vez el local se quedó vacío me propuso dar una vuelta, a lo que accedí. El muchacho tenía una facilidad para que le obedeciera, que nunca había visto. Pero, a pesar de todo, era todo amabilidad. Envolvía sus comentarios con invitaciones elegantes, imposibles de rechazar. Me llevó a un portal que estaba en penumbra, ya amaneciendo, e intentó besarme. Al principio no le obstaculicé. Me moría de ganas de probar. Pero cuando su boca se juntó a la mía, y los fluidos se mezclaron, sentí una desagradable sensación, la que le había dejado el alcohol. Aún así no lo rechacé. Me sentía cortejada, aunque no sintiera mariposas en el estómago. Pero la cosa no paró ahí, y el chico me propuso, en su elegante manera, que mientras él se pajeaba yo me metiera los dedos. Tal vez entendió que no hubiera hecho mucho más y quiso proponerme algo a mi alcance. Yo estaba como en un sueño y sólo sentía gratitud hacia él. Me había invitado a varias copas y había sido extremadamente educado conmigo, por lo que me sentía en la obligación de devolverle el favor, dándole placer.
Cuando se bajó los pantalones y se la sacó… sentí una sensación increíble. Tenía una polla mediana, que le olía bastante. Era un olor fuerte a sexo, un olor que me envolvió y me llamó para hacer algo más. Era excitación pura. La adrenalina subió, haciéndome que los latidos enloquecieran, con un morbo incontenible. Pero entonces, al ver que yo no me había abierto el pantalón, paró en seco y se la guardó. Tuve deseos de decirle que se la sacara, que le iba a hacer una paja… pero no lo hice. De repente me empezaron a entrar dudas. ¿Y sí tenía alguna enfermedad de transmisión sexual? ¿Y si una vez empezara a excitarse quisiera acabar de alguna manera de la que yo no me atreviera? ¿Y si le cambiaba el carácter? Y además como él no presionó para que hiciera nada, no pasó nada más. Hablamos una media hora más y después nos despedimos mientras un viejo compraba el periódico. Poco después estuve un fin de semana en Benidorm, donde tuve otra agradable experiencia. ¡Disfrutadla!