
Después de esa mala experiencia tardé semanas en volver a salir y meses en volver a quedar con chicos. Sentía como lo ocurrido podría volver a pasarme sino andaba con cuidado. Y claro, andaba con mil ojos cada vez que quedaba con chicos.
Un día, chateando por badOo, un usuario me habló. Me preguntó si era la misma chica que había llorado por un joven poeta que la había colmado de regalos. Entonces me di cuenta de quién era. Era el primer chico con el que había quedado del chat y lo sentí como mi príncipe azul. Me dijo que estaba estudiando aquí y se quedaba en un piso de alquiler, junto con otro amigo. Enseguida quedamos para continuar con la maravillosa historia de amor que interrumpimos por la distancia.
Una vez en la habitación pude respirar aire limpio. Nos sentamos en la cama desecha y nos empezamos a besar apasionadamente, al tiempo que nos metíamos mano con fogosidad. Nos desnudamos los dos entre besos y caricias, y nos dábamos placer. Me agaché sobre su pecho, besándoselo y bajé más, hasta llegar a su ingle. Primero le rocé con mis labios por la zona sensible, hasta acabar haciéndole una monumental mamada que lo dejó sin aliento. “Esto por los viejos tiempos”, le dije con mi voz más sensual. Realmente me encantaba hacer eso, me daba igual que pesara más o fuera mas feo. Quería hacerle sentir en la gloria, tal y como él me había hecho sentir a mí. Me disgustaba en lo que se había convertido porque no era tan perfecto como era antes… pero en fin, me había hecho la chica más feliz del mundo durante un día y tenía que compensarle. Y me sentía bien así, además por el acto en sí que me encantaba, por notar como disfrutaba aquel que fue mi príncipe.
Una vez que le dejé la polla a punto de caramelo, se puso un condón que sacó de la mesita. Me comentó que la habitación la utilizaban de picadero. Ese comentario me hizo sentir una sensación rara. Por un lado me excitó al pensar que había estado con otras chicas como yo, gozándolas. Pero por otro me hizo sentir como una más y supe todo lo que había cambiado. Y seguí adelante. Me tumbé con las piernas abiertas, con la mirada cargada de pasión clavada en sus ojos. Me penetró violentamente, sin llevar cuidado. Al principio me dolió bastante. Grité de dolor pero puede que lo hubiese relacionado con gritos de placer porque siguió bombeando su polla en mi coño, con fuerza. Después de pasar los primeros minutos fui cogiendo el punto, hasta llegar a gozar yo también. Y cuando empecé a sentir como llegaba al clímax del primer orgasmo, se corrió. Otra vez me decepcionó.
Me dijo que fuera al aseo a limpiarme. Sólo había un trozo de pasillo y fui con la ropa en la mano para vestirme allí, confiada de que su amigo estuviera en el salón fumándose un porro. De camino me di cuenta de que se encontraba allí, y que había entreabierto la puerta para espiarnos disimuladamente. Entonces me vio de cerca, desnuda totalmente. Me quedé helada. “¿Qué te crees que haces?”, le pregunté, pero no respondió. En cambio, cuando pasó mi ex, lo que hizo fue felicitarle por el polvo. Fue a chocarle la mano, a lo que le esquivó. “Límpiate las manos antes, que sé lo que has hecho”, le dijo medio riéndose. Y fue al salón.
En el aseo me arreglé lo más rápido que pude y salí corriendo de allí. No volví a saber nada de él. No le contesté las llamadas y cuando lo vi de lejos, me di la vuelta. Ahora era un cerdo y más cerdo su amigo al que daba bola. Por eso dije de pasar página y así fue.
Debo reconocer que tuve malas experiencias, pero todas ellas me ayudaron a ser lo que soy y a crecer como persona. Así fue el caso de todo a nada… una y otra vez donde cuento donde no todo es como parece.
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Siempre he sentido pasión por el erotismo. Pero no de una forma vulgar, sino desde la sensualidad y el deseo del buen arte. Y por eso hablo de todo ello en mis artículos. También cuento mis experiencias sexuales en Secretos íntimos.