
La relación se alargó y me sentí con tanta confianza que me lancé a hacer locuras. Porque esta experiencia fue una verdadera locura, pero a la vez una de las mejores que he tenido en mi vida. Y eso que he tenido bastantes.
Seguimos quedando, todos los días, la mayoría de veces en mi casa. Siempre, terminábamos el calentón en el último piso o cuando mis padres no estaban. Una noche nos quedamos viendo una película y mi familia se acostó. Como siempre, bajo la manta, nos metíamos mano y acabábamos cachondos. Solíamos terminar practicándonos sexo oral, debido a que tenía miedo a llegar más lejos debido a mi experiencia anterior, pero en esta ocasión le pedí que rozara su polla en mi vagina. Jugando acabó entrando hasta el fondo sin producirme el mas leve dolor, cosa que me extrañó. En cambio, placer me causaba mucho. Total que a lo tonto acabamos follando en el sofá de mi salón. Por suerte mis padres no nos oyeron y no nos aguaron la fiesta.
Una vez le propuse que podría quedar con el chico del cupé rojo, mientras él quedaba con un amigo para pincharle las ruedas del coche. Me había hecho mucho daño y tenía ganas de vengarme. Pero me dijo que era un riesgo, porque si quedábamos en un bar, podría dejar el coche a la vista. Y claro, le dije que lo entretendría. A mi novio no le hizo mucha gracia, pero como me quería y sabía que me lo había hecho pasar muy mal, accedió.
Cuando quedamos, llevaba un pronunciado escote y fuimos a una terraza. Allí empecé a coquetear, rozándome los pechos que sobresalían, con el dedo. Lo calenté de tal forma, que empezó a besarme casi a la fuerza. Me sentí un poco incómoda, pero enseguida pensé en lo que estaría haciendo mi pareja y la sorpresita que se encontraría al llegar al coche. Desde luego, su coche era su instrumento para ligar, ya que él por sí mismo no tenía oportunidades. Le comenté que ahora había aprendido a hacer más cosas y que ahora no me cortaba tanto como antes. Me llevó entre sensuales empujones al aseo de los chicos.
Yo me dejé llevar. En un principio fue para seguirle el rollo y que no se volviera enfadado, descubriendo a mi novio en su coche; pero después fue porque me puso cachonda perdida de meterme mano y no me podía contener. Una vez en el aseo me desnudó mientras yo se la agarraba completamente enloquecida de deseo. Se la mamé más fuerte que ninguna de las veces. En esta ocasión, en lugar de acabar corriéndose en mi boca, me puso en posición y me folló. Me encontraba de espaldas apoyada en el inodoro. Él de pie, me agarraba las caderas y me empujaba con fuerza. Sentí una excitación que jamás había sentido. No sabía si era hacerlo en un baño público, ponerle los cuernos a mi pareja o reencontrarme con un amante que me hizo tanto daño pero a la vez me causó tanto placer. Me la metió por el culo a pelo, ya que al no tener condón a mano, no quería correr el riesgo de quedarme embarazada. Y me enculó, con todas sus ganas, haciéndome sentir ese gusanillo que recorre la piel como un escalofrío de gusto.
Poco después llegué a tener nuevos amantes y nuevas experiencias que se abrieron ante mí.
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Siempre he sentido pasión por el erotismo. Pero no de una forma vulgar, sino desde la sensualidad y el deseo del buen arte. Y por eso hablo de todo ello en mis artículos. También cuento mis experiencias sexuales en Secretos íntimos.